1 Esdras o Esdras griego (LXX) Introduccion y Texto
Este libro que figura en los LXX como 1 Esdras y en la Vulgata como 3 Esdras, es una versión griega del libro bíblico de Esdras, que estuvo en uso en la Iglesia cristiana primitiva, y en algunas comunidades cristianas actuales. Como parte de la traducción griega del Antiguo Testamento muchas de las iglesias orientales lo consideran canónico, mientras que se considera como apócrifo en las iglesias y comunidades occidentales. Es una composición incompleta, como lo demuestra su brusca interrupción.
Fundamentalmente se trata de una tradición independiente del material de 2 Cr 35,1-36,23; Esd 1 (heb), 1-11;2,1-3,13;4,1-10,40 y Neh 7,73-8,12, ordenado en secuencias distintas a las del original hebreo con algunos añadidos y omisiones esporádicas. En 3,1-5,6 se intercala la narración de los tres pajes del rey Darío, ausente del texto hebreo y muy probablemente de origen no judío, tal vez de inspiración persa, griega o semítico-oriental. Se trata de una traducción independiente de la canónica contenida en 2 Esd (LXX). No se ajusta al hebreo tanto como ésta, utiliza técnicas de traducción más libres y se sirve de equivalentes griegos más adecuados.
El libro era muy citado por los autores cristianos de los primeros siglos, e incluso encontró su lugar en la Hexapla de Orígenes, tambien Josefo sigue esta version en sus obras. No es mencionado explícitamente en ninguna lista antigua de los libros bíblicos. Clemente VIII lo incluyó en el apéndice de la Vulgata, junto con otros libros apócrifos "para que no se pierdan completamente". En oriente, cuando los padres griegos hablaban de los libros de Esdras, lo más probable es que estuviera incluido. De hecho, ha continuado usándose en las Iglesias orientales y es parte del canon de la Biblia Ortodoxa. En la liturgia romana el libro se citaba en el misal de san Pío V en el ofertorio de la misa votiva por la elección del Papa: “Non participentur sancta, donec exsurgat póntifex in ostensiónem et veritátem. – No participemos en los [ritos] sagrados hasta que surja un pontífice ostensible y verdadero”. (1 Esdras 5, 40)
El autor y el origen mismo de la obra son desconocidos, posiblemente fue realizada a finales del siglo II a.C
Esdras leyendo la Ley al Pueblo. Por Gustave Dore |
1 ESDRAS
La Pascua de Josias
1
Celebró Josías la Pascua en Jerusalén para su Señor, sacrificó la Pascua el día
catorce del primer mes
2 y puso a los sacerdotes en el templo del Señor, revestidos y por turno
diario.
3 Ordenó a los levitas, servidores del templo de Israel, que se
santificaran para el Señor en el momento de colocar el Arca santa del Señor en
la casa que edificó Salomón, el hijo del rey David. «No debéis llevarla sobre
los hombros —decía—.
4 Así que servid al Señor, vuestro Dios, honrad a su pueblo Israel y
preparaos por familias y tribus según las instrucciones de David, rey de
Israel, y conforme a la grandeza de Salomón, su hijo; 5 colocados en el
templo, según la agrupación oficial de vuestra ascendencia de levitas que
ministráis ante vuestros hermanos los hijos de Israel;
6 sacrificad ordenadamente la Pascua, preparad los sacrificios para
vuestros hermanos y celebrad la Pascua conforme al mandato que dio el Señor a
Moisés».
7 Josías entregó al pueblo, que estaba presente, treinta mil corderos y
cabritos y tres mil terneros; se lo dio al pueblo, a los sacerdotes y a los
levitas de los fondos reales conforme a la promesa dada.
8 Quelcías, Zacarías y Esiel, que estaban al frente del templo, entregaron
a los sacerdotes para la Pascua dos mil seiscientas ovejas y trescientos
terneros.
9 Jeconías, Samaías y su hermano Natanael, Hasabías, Oquiel y Jorán, todos
ellos comandantes, dieron a los levitas para la Pascua cinco mil ovejas y
setecientos terneros.
10 Una vez cumplido todo ello como convenía, comparecieron los sacerdotes
y los levitas
11 con los ázimos, por tribus
12 y según los oficios de los padres delante del pueblo, para ofrecer al
Señor con escrupulosidad, conforme estaba escrito en el libro de Moisés el
sacrificio matutino.
13 Asaron a la brasa los corderos pascuales como procedía, hicieron hervir
los sacrificios en las marmitas y calderas con un aroma agradable y lo hicieron
llegar a toda la gente.
14 A continuación hicieron los preparativos para sí y para sus hermanos
los sacerdotes, los hijos de Aarón, puesto que los sacerdotes ofrecían los
animales grasos hasta el anochecer, de forma que los levitas hacían los
preparativos para sí y para sus hermanos los sacerdotes, hijos de Aarón.
15 Los cantores del templo, hijos de Asaf, estaban en sus puestos según el
orden que les había asignado David, y lo mismo Asaf, Zacarías y Edino,
representantes del rey, y los porteros cada uno en su portón —ninguno tiene
necesidad de abandonar su servicio diario, puesto que sus hermanos los levitas
les han preparado la Pascua—.
16 Aquel día se consumó la prescripción del sacrificio del Señor: celebrar
la Pascua y ofrecer los sacrificios sobre el altar del Señor conforme al
precepto del rey Josías.
17 Los israelitas que estaban presentes en aquel momento celebraron la
Pascua y la fiesta de los ázimos durante siete días.
18 No se había celebrado Pascua semejante en Israel desde los tiempos del
profeta Samuel, 19 ni ningún rey celebró una Pascua como la que celebró
Josías junto con los sacerdotes, los levitas, los judíos y todos los israelitas
que tenían su residencia en Jerusalén.
20 Esta Pascua se celebró el año dieciocho del reinado de Josías.
21 Los hechos de Josías fueron rectos a los ojos de su Señor porque era de
corazón piadoso.
22 Los acontecimientos de su reinado estén registrados en el pasado, en
torno a los que pecaron y fueron más impíos para con el Señor que cualquier
otro pueblo y reino, cómo le entristecieron sensiblemente, hasta el punto de
que las palabras del Señor se alzaron contra Israel.
23 Por todo este comportamiento de Josías ocurrió que el faraón, rey de
Egipto, vino a entablar batalla en Carquemis junto al Eufrates, y Josías salió
a su encuentro.
24 El rey de Egipto le despachó un mensaje que decía: «Qué se te ha
perdido aquí, rey de Judea?
¿Acaso no me ha enviado contra ti el Señor Dios? Porque junto al Eufrates la
batalla es mía. En efecto, el Señor está conmigo, está conmigo y me insta.
Aléjate y no te opongas al Señor».
26 Pero Josías no se retiró a su carro, sino que se disponía a pelear sin
hacer caso de las palabras de Jeremías el profeta, palabras que procedían de la
boca del Señor.
27 Así que bajaron los comandantes contra el rey Josías y presentaron
batalla contra él en la llanura de Megiddo.
28 El rey dijo a sus escuderos: «Alejadme de la pelea, que me he puesto
muy enfermo». Sus escuderos le alejaron inmediatamente de la refriega
29 y subió a su carro de reserva. Retornó a Jerusalén, murió y fue
enterrado en el mausoleo familiar.
30 En toda Judea hicieron duelo por Josías, y el profeta Jeremías compuso
un treno [lamento fúnebre] a Josías. Los principales, con sus mujeres, lo han
llorado hasta este día, pues se había ordenado que así lo hiciera siempre todo
el pueblo de Israel.
31 Estas gestas están escritas en el libro de las historias de los reyes
de Judea. Y el resumen de la actuación de Josías, de su gloria y de su
comprensión de la ley del Señor, sus hechos pasados y presentes están narrados
en el libro de los reyes de Israel y de Judá.
32 Los hombres de la nación tomaron a Jeconías, hijo de Josías, de
veintitrés años y lo proclamaron rey en lugar de su padre Josías.
33 Reinó tres meses en Juda y Jerusalén; lo destituyó el rey de Egipto
para que no reinase en Jerusalén,
34 e impuso a la nación el tributo de cien talentos de plata y un talento
de oro.
35 El rey de Egipto proclamó rey de Judea y Jerusalén a su hermano Joaquín
[Joacim].
36 Éste metió en prisión a los nobles, pero a su hermano Zarión lo hizo
venir de Egipto.
37 Tenía Joaquín veinte años cuando comenzó a reinar sobre Judea y
Jerusalén, e hizo el mal ante el Señor.
38 Pero subió contra él Nabucodonosor, rey de Babilonia, lo prendió con
una cadena de bronce y lo deportó a Babilonia.
39 Nabucodonosor cogió también algunos de los vasos sagrados del Señor, se
los llevó y los colocó en su templo de Babilonia
40 En el libro de las Crónicas de los reyes están escritos los desafueros
que se cuentan de su impureza e impiedad.
41 En su lugar reinó su hijo Joaquín. Cuando fue proclamado rey tenía
dieciocho años.
42 Y reinó tres meses y diez días en Jerusalén e hizo el mal ante el
Señor. 43 Un año después, Nabucodonosor envió una expedición y lo trajo a
Babilonia, junto con los vasos sagrados del Señor.
44 Y proclamó rey de Judea y Jerusalén a Sedecías, de veintiún años de
edad; éste reinó once años.
45 Hizo el mal ante el Señor y no se amilanó frente a las palabras que
pronunció Jeremías, el profeta, de parte del Señor.
46 El rey Nabucodonosor le obligó a jurar en nombre del Señor, pero rompió
el juramento y se rebeló, endureció su cerviz y su corazón y traspasó las leyes
del Señor Dios de Israel.
47 También los jefes del pueblo y de los sacerdotes cometieron más
impiedades e injusticias que todas las impurezas de todos los pueblos, y
mancillaron el santuario del Señor, santificado en Jerusalén.
48 Y el Dios de sus padres les hizo llegar un mensaje por medio de su
mensajero para amonestarles, puesto que les había perdonado a ellos y a su
tienda.
49 Pero ellos hicieron burla de sus mensajeros y siempre que hablaba el
Señor se mofaban de los profetas que enviaba, hasta el punto de que, irritado
contra su pueblo a causa de las impiedades de éste, mandó subir contra ellos a
los reyes de los caldeos.
50 Estos pasaron por la espada a sus jóvenes alrededor de su templo santo
y no perdonaron ni a virgen, ni a muchacho, ni a viejo, ni a joven; a todos los
entregó en sus manos.
51 Cogieron todos los vasos sagrados del Señor, grandes y pequeños, las
arcas del Señor y los depósitos reales y se los llevaron a Babilonia.
52 Prendieron fuego a la casa del Señor, echaron abajo los muros de
Jerusalén y pusieron fuego en sus torres.
53 Destrozaron por completo todos sus objetos de mayor valor, y a los
supervivientes los deportó a Babilonia a golpe de espada.
54 Fueron esclavos suyos y de sus hijos mientras reinaron los persas, para
que se cumpliera la palabra del Señor por boca de Jeremías:
55 «Guardará el sábado durante todo el tiempo que esté devastada hasta que
se cumplan los setenta años, hasta que la tierra esté satisfecha con sus
sábados».
2 El
año primero del reinado de Ciro el de los persas, para que se cumpliera la
palabra del Señor por boca de Jeremías, suscitó el Señor al espíritu de Ciro,
rey de los persas. Y en todo su reino hizo sonar la siguiente proclama
acompañada de rescriptos:
2 «Esto dice el rey de los persas Ciro: El Señor de Israel, el Señor
altísimo, me ha proclamado rey de la tierra habitada, y me indicó que le
construyera una casa en Jerusalén de Judea.
3 Así que si hay alguno de entre vosotros que sea de su nación, que su
Señor esté con él, que suba a Jerusalén de Judea y construya la casa del Señor
de Israel. Es el Señor que habita en Jerusalén.
4 De modo que, dondequiera que habite cada uno, le ayuden los de su
comarca con oro, plata y prestaciones; con caballos, ganado y con las otras
ofrendas votivas para el templo del Señor en Jerusalén»
5 Los cabezas de familia de las tribus de Judá y Benjamín, los sacerdotes,
los levitas y todos aquellos cuyo espíritu suscitó el Señor se dispusieron a
subir para construirle la casa de Jerusalén.
6 Sus vecinos ayudaron con toda clase de prestaciones, con plata y oro,
caballos, ganado y gran número de ofrendas de muchos cuyo espíritu había sido
movido.
7 El rey Ciro sacó los vasos sagrados del Señor que había trasladado
Nabucodonosor desde Jerusalén y colocado en su propio santuario idolátrico.
8 Ciro, el rey de los persas, los había vuelto a sacar y se los había dado
a Mitrídates su tesorero, y por medio de éste fueron entregados a Sanabasar,
gobernador de Judea.
9 Su inventario era: mil copas de libación de oro, veintinueve braseros de
plata,
10 sartenes de oro, dos mil trescientos veinte de plata y otros mil
enseres,
11 El total de los enseres de oro y plata que fueron trasladados: cinco
mil trescientos setenta y nueve. Sanabasar los traslado a Jerusalén junto con
los exiliados de Babilonia.
12 En tiempos de Artajerjes, rey de los persas, Béslemo, Mitrídates,
Tabelio, Raumo, Beeltemo y Samseo el escriba, junto con el resto de sus aliados
que habitan en Samaria y otras zonas, firmaron la siguiente carta contra los
que habitaban en Judea y Jerusalén:
13 «Al señor rey Artajerjes, tus siervos Raumo, el cronista de los
sucesos, y Samseo, el escriba, el resto de su consejo y los jueces de Celesiria
y Fenicia:
14 que sea consciente el señor rey de que judíos que han subido de
vosotros a nosotros, en cuanto llegaron a Jerusalén, están construyendo la
ciudad rebelde y perversa, restauran sus plazas y muros y echan los cimientos
del templo.
15 Si esta ciudad se construye y se rematan sus muros no soportarán sus
habitantes la paga del tributo, sino que se enfrentarán, incluso, a reyes.
16 Puesto que se pone en marcha la reconstrucción del templo, pensamos que
no está bien pasar por alto semejante cosa, sino que debemos dirigirnos al
señor rey para que, si te parece, se investigue en los libros de tus antepasados.
17 En los anales encontrarás lo escrito acerca de estos acontecimientos y
sabrás que se trata de aquella ciudad rebelde que perturba a reyes y a
ciudades. Y los rebeldes judíos, ya desde siempre, organizaron resistencia en
ella; por ello hasta la ciudad misma fue asolada.
18 Así que ahora te hacemos saber, señor rey, que si esta ciudad se
construye y se restauran sus muros ya no tendrás acceso hacia Celesiria y
Fenicia».
19 Entonces el rey, por su parte, respondió con el siguiente escrito: «A
Raumo, el cronista de los sucesos, Beeltemo y al escriba Samseo, y a los
restantes que se les asociaron y habitan en Samaria, Siria y Fenicia, lo
suscrito a continuación:
20 Leí la carta que me habéis enviado.
21 He ordenado que se hicieran las oportunas investigaciones y se ha
comprobado que aquella ciudad, desde tiempo inmemorial, urde hostilidades a los
reyes, que sus hombres llevan a cabo sediciones y guerra dentro de ella
22 y que en Jerusalén dominaron reyes poderosos y obstinados que obligaron
a pagar tributo a Celesiria y Fenicia.
23 Así que di órdenes de impedir que esos hombres construyan la ciudad
24 y que se ande con cuidado para que no se dé un paso más ni vayan
adelante esas obras perversas que intentan perturbar a los reyes».
25 En cuanto se leyeron los escritos de parte del rey Artajerjes, Raumo,
el escriba Samseo y sus aliados se trasladaron a toda prisa a Jerusalén con
escuadrones a caballo y un gran ejército y comenzaron a poner obstáculos a los
constructores.
26 La edificación del templo de Jerusalén se paralizó hasta el año segundo
del reinado de Darío, rey de los persas.
Certamen
de los tres pajes del Rey Dario
3
El rey Darío dio una gran recepción a todos los que tenía a su cargo, a todos
los familiares, a todos los magnates de Media y Persia, 2 a todos los
gobernadores generales, a todos los gobernadores locales dependientes de él
desde la India hasta Etiopía en las ciento veintisiete satrapías.
3 Comieron, bebieron y cuando se hartaron se retiraron; el rey Darío, por
su parte, se fue a su dormitorio, se durmió y se despertó.
4 Entonces los tres jóvenes guardaespaldas que cuidaban de la persona del
rey se dijeron:
5 «Que cada uno de nosotros formule qué es lo más fuerte de todo, y a
aquel cuya formulación parezca más acertada le dará el rey Darío grandes
regalos y grandes honores triunfales:
6 vestirse de púrpura, beber en vasos de oro, dormir sobre lecho de oro,
un carro con riendas de oro, turbante de lino y un collar alrededor del cuello.
7 Y el segundo en sabiduría se sentará junto a Darío y será llamado
‘familar’ de Darío».
8 Inmediatamente escribió cada uno su propuesta, las sellaron y colocaron
bajo la almohada del rey Darío y añadieron:
9 «Cuando despierte el rey, que le den la nota escrita, y al que el rey y
sus tres magnates juzguen que tiene la respuesta más certera se le proclamará
vencedor conforme a lo escrito».
10 El primero escribió: «Lo más fuerte es el vino»;
11 el segundo escribió: «lo más fuerte es el rey»;
12 el tercero escribió: «lo más fuerte son las mujeres, pero por encima de
todo triunfa la verdad».
13 Cuando se despertó el rey tomaron la nota escrita, se la dieron y la
leyó.
14 Envió mensajeros para que convocaran a todos los magnates de Persia y
Media, a los sátrapas, generales, gobernadores locales y prefectos; tomó
asiento en su sede judicial y leyó delante de ellos la nota escrita.
15 Y añadió: «Llamad a los muchachos y que hablen públicamente». Se les
llamó y entraron.
16 Y les dijeron: «Descubridnos la nota escrita».
17 Comenzó el primero, que había hablado de la fuerza del vino, y dijo:
18 «Caballeros, ¿de qué manera es el vino lo más fuerte? Hace perder la
cabeza de todos los que lo beben.
19 Iguala la mente del rey con la del huérfano, la del siervo con la del
libre, la del pobre con la del rico.
20 Todo lo convierte en buen humor y en pozo, no se acuerda de ninguna
pena ni de ninguna deuda.
21 Hace ricas a las personas, se olvida del rey y del sátrapa, se expresa
por millones.
22 Cuando beben los hombres no se acuerdan de ser amables con los amigos y
hermanos, en un santiamén desenvainan los puñales;
23 y cuando se reponen del vino no recuerdan lo que han hecho.
24 Caballeros, ¿no es verdad que el vino es lo más fuerte, puesto que
obliga a actuar de ese modo?» Con estas palabras se calló.
4
Rompió a hablar el segundo, el que había aludido a la fuerza del rey:
2 «Caballeros, ¿no es verdad que los más fuertes son los hombres que
someten la tierra y el mar y todo cuanto contienen?
3 Pues bien, el rey domina sobre todas las cosas, las tiraniza y le
obedecen en todo lo que les diga.
4 Si les ordena hacer la guerra el uno al otro la hacen; si les envía
contra los enemigos marchan y ocupan las montañas, muros y torres.
5 Asesinan y son asesinados, pero no quebrantan la palabra del rey; y si
salen vencedores todo lo acarrean y entregan al rey, el botín junto con las
demás conquistas.
6 Y los que no hacen el servicio militar ni van a la guerra, sino que
labran la tierra, cada vez que siembran y hacen la recolección ofrendan parte
de ella al rey. Se obligan unos a otros a pagar los tributos al rey,
7 y eso que es uno solo. Si les manda matar, matan; si les manda soltar,
sueltan;
8 si les manda golpear, golpean; si manda devastar, devastan; si manda
edificar, edifican;
9 si manda arrancar, arrancan; si manda plantar, plantan.
10 Todo su pueblo y sus ejércitos le obedecen.
11 Y mientras tanto él está descansando, come, bebe y duerme. Ellos, por
el contrario, lo custodian formando un círculo en torno a él y nadie puede
alejarse ni hacer sus cosas. Y a pesar de eso no le desobedecen.
12 Caballeros, ¿cómo no va a ser el rey lo más fuerte de todo, puesto que
de tal forma es obedecido?» Y se calló.
13 El tercero que había aludido a las mujeres y a la verdad, es decir,
Zorobabel, inició su discurso:
14 «Caballeros, ¿no es verdad que es grande el rey, muchos los hombres y
que es fuerte el vino? ¿Quién será el que los tiraniza o quién el que los
domina? ¿Acaso no son las mujeres?
15 Las mujeres paren al rey y a todo el pueblo que domina el mar y la
tierra;
16 de ellas nacen, ellas crían a los que plantan las viñas de las que sale
el vino.
17 Ellas hacen los vestidos de los hombres y les dan gloria, y éstos no
pueden existir sin las mujeres.
18 Pues por mucho oro y plata y cualquier otro objeto apetecible que
reúnan, si ven una sola mujer esbelta y guapa,
19 o dejan todo y se quedan con la boca abierta por ella. Abren la boca y
la contemplan y todos la prefieren al oro, la plata y cualquier objeto
apetecible.
20 Abandona el hombre a su propio padre que lo crió, a su propia tierra y
se junta a su mujer;
21 con su mujer exhala el último aliento sin acordarse de su padre, ni de
su madre, ni de su tierra.
22 Por eso conviene que sepáis que las mujeres os dominan. ¿No os agotáis
y cargáis de trabajos para traer y darlo todo a las mujeres?
23 Empuña el hombre su espada y sale a viajar, a piratear y a robar, a
navegar por el mar y los ríos;
24 contempla a los leones, camina por la oscuridad y, cuando roba se da a
la rapiña, y el despojo lo lleva a su amada.
25 Ama el hombre más a su mujer que a su padre y a su madre.
26 Muchos se trastornaron per las mujeres y por ellas se convirtieron en
esclavos.
27 Y muchos perecieron, tropezaron y llegaron a pecar por las mujeres.
28 Pues bien, ¿no os fiáis de mí?, ¿no es grande el rey con su poder?, ¿no
se cuidan todas las tierras de no tocarle?
29 Pues le han visto con Apame, su concubina, la hija del admirable
Bartaco, sentada a su derecha,
30 quitándole la diadema de su cabeza y poniéndosela a sí misma, mientras
que con la mano izquierda le hacía caricias al rey.
31 A todo esto, el rey con la boca abierta la contemplaba y, si le
sonreía, sonreía; si se irritaba contra él, la adulaba para que ella a su vez
le adulase.
32 Caballeros, ¿cómo no van a ser fuertes las mujeres, puesto que actúan
de esa forma?»
33 El rey y sus magnates se miraron unos a otros.
34 Y se puso a hablar de la verdad: «Caballeros, ¿no son fuertes las
mujeres? Grande es la tierra y elevado el cielo y rápido el sol en su carrera,
puesto que gira en el círculo del cielo y vuelve de nuevo a su lugar en un solo
día.
35 ¿No es grande el que hace estas cosas? Pues bien, la verdad es más
grande y más fuerte que todas ellas.
36 Toda la tierra invoca la verdad y el cielo la bendice; todas las obras
se conmueven y tiemblan y con él nada hay injusto.
37 Injusto es el vino, injusto el rey, injustas las mujeres, injustos
todos los hombres e injustas todas sus obras y todas las cosas por el estilo;
no tienen verdad y perecen en su injusticia.
38 Mas la verdad permanece, siempre es fuerte y vive y domina eternamente.
39 Junto a ella no es posible hacer acepción de personas o admitir
privilegios, sino que hace lo que es justo en lugar de todos los males e
injusticias. Todos se complacen en sus obras, y en su juicio no hay nada
injusto.
40 A ella pertenece la fuerza, el reino, el poder y la grandeza de todos
los siglos. Bendito sea el Dios de la verdad».
41 Y dejó de hablar. El pueblo entero levantó la voz y dijo: «Grande es la
verdad y lo más fuerte de todo».
42 El rey, por su parte, le indicó: «Pide lo que quieras, incluso por
encima de lo que está anotado, y te lo daremos, porque se ha comprobado que
eres el más sabio. Te sentarás a mi lado y se te llamará ‘familiar’ mío».
43 Y contestó al rey: «Acuérdate de la plegaria que hiciste de edificar
Jerusalén el día en que recibiste tu reino,
44 de devolver todos los enseres tomados de Jerusalén, los que puso aparte
Ciro cuando hizo voto de destruir Babilonia y prometió restituirlos allí.
45 Y tú hiciste voto de edificar el templo que habían incendiado los
idumeos cuando Judea fue arrasada por los caldeos.
46 Pues bien, esto es lo que te pido y lo que deseo de ti, señor rey, y
esto es lo que corresponde a tu grandeza: te suplico que cumplas el voto que
por tu boca prometiste hacer al Rey del cielo».
47 El rey Darío se levantó, le besó e hizo que le escribieran las cartas a
todos los administradores, gobernadores locales, generales y sátrapas con el
fin de que le escoltasen a él y a todos cuantos iban a subir con él para
edificar Jerusalén.
48 Y escribió cartas a todos los gobernadores locales en Celesiria y
Fenicia y a los del Líbano para que enviasen maderas de cedro desde el Líbano a
Jerusalén y edificaran la ciudad junto con él.
49 También escribió a todos los judíos que iban a subir desde su reino a
Judea para recuperar su libertad, a todo potentado, sátrapa, gobernador local y
administrador con el fin de que no irrumpieran contra sus puertas;
50 y que cualquier comarca que ocuparan no le impusieran tributo y que los
idumeos cediesen las aldeas de los judíos que controlaban;
51 que entregaran para la construcción del santuario veinte talentos por
año hasta que se edificase,
52 y que se ofrecieran cada día holocaustos sobre el altar, más otros diez
talentos por año según el mandato de ofrecer diecisiete.
53 Y que todos los que venían desde Babilonia a fundar la ciudad tuvieran
libertad, junto con sus hijos y todos los sacerdotes que volviesen.
54 Puso también por escrito lo del servicio litúrgico y la vestidura
sacerdotal con la que celebran el culto.
55 Escribió que los levitas realizaran el servicio litúrgico hasta el día
en que se terminase la casa y se edificara Jerusalén.
56 Y escribió que se repartieran lotes de tierra y salarios a todos los
que guardaban la ciudad.
57 Envió desde Babilonia todos los enseres que Ciro había puesto aparte; y
todo lo que Ciro había mandado hacer también él ordenó que lo hicieran y que se
enviara a Jerusalén.
58 En cuanto salió el muchacho levantó la cabeza hacia el cielo de cara a
Jerusalén y bendijo al Rey del cielo diciendo:
59 «De ti viene la victoria, de ti la sabiduría, tuya es la gloria y yo
soy tu siervo.
60 Bendito eres porque me diste sabiduría, y a ti confieso, Señor de los
padres».
61 Cogió las cartas, salió, llegó a Babilonia y lo anunció a todos sus
hermanos.
62 Ellos bendijeron al Dios de sus padres porque les había dado licencia y
permiso
63 para subir y construir Jerusalén y el templo, que es nombrado por su
nombre. Y se pusieron a celebrarlo con músicas y alegría durante siete días.
5
A continuación fueron escogidos para retornar los jefes de familia por tribus
con sus mujeres, hijos e hijas, esclavos, esclavas y ganados.
2 Darío envió junto con ellos a mil jinetes hasta devolverlos sanos y
salvos a Jerusalén entre músicas, tímpanos y flautas.
3 Todos sus hermanos bromeaban e hizo que subieran junto con aquéllos.
4 Y éstos son los nombres de los varones que subieron por familias según
su distribución por tribus:
5 los sacerdotes, hijos de Fineés, hijo de Aarón: Josué, hijo de Josedec
el de Sareo, y Joaquín, hijo de Zorobabel el de Salatiel de la casa de David,
de la familia de Fares y de la tribu de Judá,
6 el que habló sabiamente bajo Darío, el rey de los persas, el año segundo
de su reinado, el primero del mes de Nisán.
7 Estos son los judíos que regresaron de la deportación y el exilio, los
que había deportado a Babilonia el rey de Babilonia Nabucodonosor
8 y había hecho volver a Jerusalén y al resto de Judea, cada uno a su
propia ciudad. Volvieron con Zorobabel y Josué, Nehemías, Zareo, Reseo, Enenio,
Mardoqueo, Beelsaro, Asfasaro, Borolías, Raino y Baanas, sus jefes.
9 Inventario de los hombres de la nación y sus jefes: de los hijos de
Foros, dos mil ciento setenta y dos;
10 de los hijos de Safat, trescientos setenta y dos; de los hijos de Aree,
setecientos cincuenta y seis;
11 hijos de Faatmoab, de los hijos de Josué y Joab, dos mil ochocientos
doce;
12 hijos de Olamo, mil doscientos cincuenta y cuatro; hijos de Zato,
novecientos cuarenta y cinco; hijos de Corbe, setecientos cinco; hijos de Bani,
seiscientos cuarenta y ocho;
13 hijos de Bebe, seiscientos veintitrés; hijos de Asgad, trescientos
treinta y dos;
14 hijos de Adonicam, seiscientos sesenta y siete; hijos de Bagoi, dos mil
sesenta y siete; hijos de Adino, cuatrocientos cincuenta y cuatro;
15 hijos de Ater, de Ezequías, noventa y dos; hijos de Cilán y Acetas,
sesenta y siete; hijos de Azuro, cuatrocientos treinta y dos;
16 hijos de Anías, ciento uno; hijos de Arom, hijos de Base, trescientos
veintitrés; hijos de Arifo, ciento doce;
17 hijos de Beteros, tres mil cinco; hijos de Betlomón, ciento veintitrés;
18 los de Nebetas, cincuenta y cinco; los de Enatas, ciento cincuenta y
ocho; los de Betasmón, cuarenta y dos;
19 los de Cariatiario, veinticinco; los de Capira y Berot, setecientos
cuarenta y tres;
20 los cadiaseos y amideos, cuatrocientos veintidós; los de Cirama y Gabe,
seiscientos veintiuno;
21 los de Macalón, ciento veintidós; los de Betolión, cincuenta y dos; los
hijos de Nifil, ciento cincuenta y seis;
22 hijos de otro Calamo y Onos, setecientos veinticinco; hijos de Jereco,
trescientos cuarenta y cinco;
23 hijos de Sanaás, tres mil trescientos treinta.
24 Los sacerdotes: hijos de Jedo el de Josué, de los hijos de Anasib,
novecientos setenta y dos; hijos de Emmero, mil cincuenta y dos;
25 hijos de Fasuro, mil doscientos cuarenta y siete; hijos de Carme, mil
diecisiete.
26 Los levitas: hijos de Josué y de Cadmielo Banno y Udío, setenta y
cuatro.
27 Los cantores del templo: hijos de Asaf, ciento cuarenta y ocho.
28 Los porteros: hijos de de Salún, hijos de Atar, hijos de Tolmán, hijos
de Acub, hijos de Atetá, hijos de Sobí, en total ciento treinta y nueve.
29 Los servidores del templo: hijos de Esaú, hijos de Asefá, hijos de
Tabaot, hijos de Ceras, hijos de Suá, hijos de Fadeo, hijos de Labaná, hijos de
Agabá,
30 hijos de Acud, hijos de Utá, hijos de Cetab, hijos de Agabá, hijos de
Subai, hijos de Anán, hijos de Catuá, hijos de Guedur;
31 hijos de Jairo, hijos de Desán, hijos de Noebá, hijos de Casebá, hijos
de Gacerá, hijos de Ocías, hijos de Finoe, hijos de Asará, hijos de Baste,
hijos de Asaná, hijos de Maaní, hijos de Nafisí, hijos de Acuf, hijos de Acibá,
hijos de Asur, hijos de Faracín, hijos de Basalot;
32 hijos de Meedá, hijos de Cutá, hijos de Careá, hijos de Bareos, hijos
de Serar, hijos de Tomoi, hijos de Nasie, hijos de Atifá.
33 Hijos de los siervos de Salomón: hijos de Asafiot, hijos de Faridá,
hijos de Jeelí, hijos de Lozón, hijos de Guedel, hijos de Safutí;
34 hijos de Atil, hijos de Facaret Sabie, hijos de Sarotié, hijos de
Masía, hijos de Ga, hijos de Ados, hijos de Subá, hijos de Aferá, hijos de
Barodís, hijos de Safat, hijos de Amón.
35 El total de los servidores del templo y los hijos de los siervos de
Salomón, trescientos setenta y dos.
36 Estos fueron los que subieron de Termelés y Telersá con sus jefes
Caraat, Adán y Amar.
37 Y no fueron capaces de mostrar cómo procedían de Israel sus tribus y
sus familias: hijos de Dalán el hijo de Tubán, hijos de Necodán, seiscientos
cincuenta y dos.
38 Y los sacerdotes que reclamaban el sacerdocio y que no estaban
registrados: hijos de Obías, hijos de Acós, hijos de Jodós, el que se casó con
Auguía de las hijas de Farceleo y que se la llamaba con el nombre de él.
39 Una vez que se buscó la genealogía familiar en el registro y no se
encontró, fueron excluidos de ejercer como sacerdotes.
40 Nehemías y Atarías les dijeron que no participaran de las cosas santas
hasta que el sumo sacerdote apareciera revestido con la manifestación y la
verdad.
41 El total de Israel, desde los doce años, sin contar esclavos y
esclavas, ascendía a cuarenta y dos mil trescientos sesenta, y los esclavos y
esclavas, siete mil trescientos treinta y siete; los arpistas y salmistas,
doscientos cuarenta y cinco;
42 camellos, cuatrocientos treinta y cinco; caballos, siete mil treinta y
seis; mulos, doscientos cuarenta y cinco; asnos, cinco mil quinientos
veinticinco.
43 Y algunos de los cabezas de familia, al presentarse en el templo del
Dios de Jerusalén, rogaron que se levantara la casa sobre el mismo lugar en la
medida de las posibilidades,
44 y que se entregara al tesoro sacro de las obras mil minas de oro, cinco
mil de plata y cien vestiduras sacerdotales.
45 Se instalaron los sacerdotes, los levitas y algunos del pueblo en
Jerusalén y la región; pero los cantores del templo, los porteros y todo
Israel, en sus aldeas.
Primeros
sacrificios antes de construir el templo
46 Mas al comenzar el mes séptimo, cuando los
hijos de Israel estaban en sus casas, todos a una se concentraron en el
ensanche de la primera puerta que mira al Oriente.
47 Ocuparon sus puestos Josué el de Josedec y sus hermanos los sacerdotes
y Zorobabel el de Salatiel y sus hermanos y prepararon el altar del Dios de
Israel
48 para ofrecer sobre él holocaustos, tal como se indica en el libro de
Moisés, el hombre de Dios.
49 Se les unieron algunos de los otros pueblos de la tierra y erigieron el
altar en su propio lugar, porque les eran hostiles y les habían dominado todos
los pueblos de la tierra. Solían ofrecer sacrificios a su tiempo y los
holocaustos matutinos y vespertinos al Señor.
50 Celebraron la fiesta de los Tabernáculos como está ordenado en la ley y
sacrificios, a diario, como convenía.
51 Además de esto, hacían constantes ofrendas y los sacrificios de los
sábados, lunas nuevas y todas las fiestas santificadas.
52 Todos los que habían hecho una súplica a Dios, a partir de la luna
nueva del séptimo mes comenzaron a ofrecer sacrificios a Dios, aunque el templo
de Dios aún no había sido construido.
53 Entregaron plata a los canteros y arquitectos, comidas, bebidas y
carros a los sidonios y tirios para que trajeran desde el Líbano maderas de
cedro y pusieran barcos hasta el puerto de Jope, conforme a la orden que les
escribió Ciro, el rey de los persas.
54 En el año segundo, en el segundo mes, se presentaron en el templo de
Dios, en Jerusalén, Zorobabel el de Salatiel y Josué el de Josedec, sus
hermanos los sacerdotes, los levitas y todos los que habían regresado desde el
exilio a Jerusalén.
55 Pusieron los cimientos del templo de Dios en la luna nueva del segundo
mes del año segundo de su regreso a Judea y Jerusalén.
56 Encargaron a los levitas, a partir de los veinte años, de las obras del
Señor, y Josué, sus hijos, sus hermanos, y Cadmiel, su hermano, y los hijos de
Josué Emadabún y los hijos de Judá el de Iliadún, junto con sus hijos y
hermanos y todos los levitas, como un solo hombre, pusieron manos a la obra
hasta rematar las obras en la casa del Señor.
57 Los arquitectos construyeron el templo del Señor. Los sacerdotes se
pusieron de pie revestidos entre músicas y trompetas de guerra; los levitas
hijos de Asaf cantaban himnos al Señor con los címbalos y los bendecían de
acuerdo con las prescripciones de David, rey de Israel.
58 Entonaban himnos de reconocimiento al Señor porque su bondad y su
gloria permanecen en todo Israel por los siglos.
59 Todo el pueblo tocaba la trompeta y gritaba con gran vocerío alabando
al Señor por la erección de la casa del Señor.
60 Y se acercaron con enorme griterío y llanto a la construcción los más
viejos de los sacerdotes, levitas y de los cabezas de familia, los que habían
contemplado la casa anterior.
61 Y muchos venían con las trompetas y una gran algarabía,
62 de forma que el pueblo no podía oír las trompetas por culpa del llanto
de la gente, pues el gentío hacía sonar tan fuerte las trompetas que se oía
desde muy lejos.
63 En cuanto lo oyeron los enemigos de la tribu de Judá y Benjamín,
acudieron a conocer a qué se debía el toque de las trompetas.
64 Y se percataron de que los exiliados estaban construyendo el templo al
Señor Dios de Israel;
65 se acercaron a Zorobabel, Josué y los cabezas de familia y les dijeron:
«Construiremos a una con vosotros,
66 porque hemos escuchado las mismas cosas que vosotros de vuestro Señor y
le hacemos sacrificios desde los días de Asbasaret, rey de los asirios, que nos
deportó aquí».
67 Zorobabel, Josué y los cabezas de familia de Israel les contestaron:
«No está bien que edifiquemos vosotros y nosotros la casa al Señor Dios nuestro;
68 nosotros solos la construiremos para el Señor de Israel conforme a lo
que nos ordenó Ciro, el rey de los persas». 69 Pero los pueblos de la
tierra presionaron contra los de Judea y, asediándoles, les impedían la
construcción.
70 Mediante asechanzas, procedimientos demagógicos y conspiraciones,
obstaculizaron el remate de la construcción durante toda la vida del rey Ciro.
71 Y se interrumpió la construcción durante dos años, hasta el reinado de
Darío.
Nuevas
protestas por la construcción del templo
6 En
el año segundo del reinado de Darío profetizaron los profetas Ageo y Zacarías,
el de Idó, a los judíos de Judea y Jerusalén en el nombre del Señor Dios de
Israel.
2 Surgieron por entonces Zorobabel el de Salatiel y Josué el de Josedec y
comenzaron a construir la casa del Señor en Jerusalén, mientras los profetas
del Señor les ayudaban.
3 Por aquel mismo tiempo se les presentó Sisine el gobernador de Siria y
Fenicia, Satrabuzane y sus aliados y les dijeron:
4 «¿Quién os mandó construir esta casa, este techo y llevar a cabo todo lo
demás?, ¿quiénes son los arquitectos que lo hacen?»
5 Los ancianos de los judíos fueron tratados con benevolencia, pues hubo
visitación de parte del Señor a los exiliados
6 y no se les impidió la construcción hasta que consiguieran dirigirse a
Darío e informarle de todo.
7 Copia de la carta que escribió y envió a Darío Sisine el eparca de Siria
y Fenicia, Satrabuzane y sus aliados jefes en Siria y Fenicia:
8 «Al Rey Darío. ¡Alégrate! Que el señor y rey nuestro lo sepa todo: al
presentarnos en la región de Judea y llegar a la ciudad de Jerusalén
sorprendimos a los ancianos judíos de la deportación construyendo, en la ciudad
de Jerusalén, una casa grande y nueva para el Señor con piedras talladas y
maderas preciosas colocadas en los muros.
9 Aquellas obras se hacían a toda prisa, la tarea iba bien encaminada en
sus manos y se estaba terminando con todo decoro y cuidado.
10 Entonces preguntamos a estos ancianos: ¿Quién os mandó construir esta
casa y echar los cimientos de estas obras?»
11 Así que les interrogamos para hacerte saber por escrito quiénes eran
los líderes y les pedimos la lista de los nombres de sus jefes.
12 Ellos nos respondieron: Nosotros somos siervos del Señor, que hizo el
cielo y la tierra.
13 La casa fue construida y rematada muchos años antes por medio del rey
de Israel grande y fuerte.
14 Cuando nuestros padres se rebelaron y pecaron contra el rey de Israel,
el celeste, los entregó en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, rey de los
caldeos;
15 prendieron fuego a la casa destruyéndola y deportaron al pueblo a
Babilonia.
16 Pero en el año primero del reinado de Ciro sobre el país de Babilonia
escribió el rey Ciro que construyeran esta casa.
17 El rey Ciro volvió a sacar del templo de Babilonia los vasos sagrados
de oro y plata que había sacado Nabucodonosor de la casa de Jerusalén y
colocado en su propio templo. Se los entregó a Zorobabel y a Sanabasar el
gobernador.
18 Y cuando trasladaba todos estos vasos para colocarlos en el templo de
Jerusalén, le ordenó que fuera construido también este templo del Señor sobre
el lugar.
19 Entonces aquel Sanabasar se apersonó y echó los cimientos de la casa
del Señor en Jerusalén y, aunque desde entonces hasta ahora ha estado en
proceso de construcción, no ha sido acabado.
20 De modo que si te parece, rey, permite que se investigue en los
archivos reales del señor rey que están en Babilonia.
21 Si se averigua que la construcción de la casa del Señor en Jerusalén se
hizo con aprobación del rey Ciro y parece bien al señor rey nuestro, sírvase
informarnos de ello».
22 El rey Darío ordenó investigar en los archivos reales que se hallan en
Babilonia. Y se descubrió en Ecbátana, la fortaleza que se halla en el país de
Media, un rollo en el que estaba registrado lo siguiente:
23 «Año primero del reinado de Ciro: el rey Ciro ordenó construir la casa
del Señor en Jerusalén, en donde hacen sacrificios mediante un fuego
permanente.
24 Que su altura sea de sesenta codos, su anchura de sesenta codos, con
tres hileras de piedras talladas y una hilera nueva de madera de la región y
que el gasto se suministre del tesoro de Ciro el rey.
25 Y que se restituyan a la casa de Jerusalén y depositen, allí donde
estaban puestos, los vasos sagrados de la casa del Señor de oro y plata que
había sacado Nabucodonosor de la casa de Jerusalén y trasladado a Babilonia.
26 Y ordenó que se cuidaran de que Sisine el gobernador de Siria y
Fenicia, Satrabuzane y sus aliados y los jefes locales con cargo en Siria y
Fenicia abandonen el lugar y permitan al siervo del Señor, Zorobabel,
gobernador de Judea y a los ancianos judíos, edificar aquella casa del Señor en
su propio lugar.
27 Y por mi parte he ordenado que la construyan por completo y pongan el
máximo empeño en edificarla, junto con los exiliados de Judea, hasta rematar la
casa del Señor.
28 Y que cuiden de entregar a estos hombres, así como al gobernader
Zorobabel, una asignación del tributo de Celesiria y Fenicia en toros, carneros
y corderos para sacrificios del Señor
29 y asimismo fuego, sal, vino y aceite regularmente cada año, sin
discusión, como pueden dictar que se consuma a diario los sacerdotes de
Jerusalén,
30 con el fin de que ofrezcan libaciones al Dios altísimo en favor del rey
y de sus siervos y supliquen por sus vidas.
31 Ordeno también que, a cuantos quebranten algo de lo antes dicho y
escrito o lo invaliden, cojan un madero de la propiedad del rey y lo cuelguen
de él y que sus bienes pasen a la corona.
32 En consecuencia, que el Señor cuyo nombre se invoca allí destruya a
cualquier rey y pueblo que extienda su mano para impedir o hacer mal a aquella
casa del Señor en Jerusalén.
33 Yo, el rey Darío, he decretado con todo escrúpulo que así suceda».
7 Entonces
Sisine el gobernador de Celesiria y Penicia, Satrabuzane y sus aliados,
siguiendo las órdenes dadas por el rey Darío,
se encargaron con sumo cuidado de las obras sagradas y colaboraron con los
ancianos de los judíos y los principales oficiales del templo.
3 Fueron rematadas las sagradas obras mientras profetizaban los profetas
Ageo y Zacarías,
4 y las acabaron por mandato del Señor Dios de Israel
5 y con la aprobación de Ciro, Darío y Artajerjes, reyes de los persas [,
durante sus reinados, hasta el año sexto de Darío, rey de los persas]. Fue
terminada la casa santa el veintitrés del mes de Adar del año sexto del rey
Darío.
6 Los hijos de Israel, los sacerdotes, los levitas y el resto de los
deportados que se les sumaron obraron de acuerdo con lo prescrito en el libro
de Moisés. 7 Ofrecieron para la celebración del santuario del Señor cien
toros, doscientos carneros, cuatrocientos corderos,
8 doce chivos por el pecado de todo el pueblo, según el número de los
jefes de las doce tribus de Israel.
9 Los sacerdotes y los levitas estaban de pie, revestidos por tribus,
encargados de las obras del Señor Dios de Israel de acuerdo con el libro de
Moisés. Y los porteros estaban cada uno en su puerta.
10 Celebraron la Pascua los israelitas procedentes del exilio el día
catorce del primer mes, cuando fueron consagrados a una los sacerdotes y los
levitas.
11 No fueron consagrados todos los exiliados porque fueron santificados
los levitas todos juntos 12 y sacrificaron la Pascua para todos los
deportados, para sus hermanos los sacerdotes y para sí mismos.
13 Comieron los hijos de Israel, todos los exiliados que se habían
separado de las abominaciones de los pueblos de la tierra en busca del Señor.
14 Celebraron la fiesta de los ázimos con gran alegría durante siete días
delante del Señor,
15 porque había cambiado la decisión del rey de los asirios sobre ellos
para fortalecer sus manos en el culto del Señor Dios de Israel.
Regreso de Esdras a Jerusalén
8 Después
de estos sucesos, cuando reinaba Artajerjes, rey de los persas, vino Esdras,
hijo de Sareo, hijo de Ezerías, hijo de Quelcías, hijo de Salemo,
2 hijo de Saduco, hijo de Aquitob, hijo de Amarías, hijo de Ecías, hijo de
Marerot, hijo de Zarías, hijo de Sabías, hijo de Boca, hijo de Abisúe, hijo de
Fineés, hijo de Eleazar, hijo de Aarón, el primer sacerdote.
3 Este Esdras subió de Babilonia como escriba que estaba bien formado en
la ley de Moisés dada por el Dios de Israel.
4 El rey le dio gloria y encontró gracia ante él para todos sus honores.
5 Subieron con él a Jerusalén algunos de los hijos de Israel, sacerdotes,
levitas, cantores del templo, porteros y servidores del templo el año séptimo
del reinado de Artajerjes en el quinto mes —era éste el año séptimo del rey—.
6 Así que salieron de Babilonia en la luna nueva del primer mes y llegaron
a Jerusalén en la luna nueva del quinto mes, por el buen camino que les dio el
Señor.
7 Esdras estaba muy impuesto en ciencia para no pasar por alto nada de lo
concerniente a la ley del Señor y los mandamientos y para enseñar a Israel
entero todas las acciones justas y los juicios.
8 Y llegó la orden escrita por el rey Artajerjes a Esdras, sacerdote y
lector de la ley del Señor; a continuación damos una copia de ella:
9 «El rey Artajerjes a Esdras, sacerdote y lector de la ley del Señor:
¡Alégrate!
10 Con sentimientos de filantropía ordené que aquellos que prefieran
marchar contigo a Jerusalén de entre el pueblo de los judíos, sacerdotes,
levitas y los que están en nuestro reino;
11 cuantos tienen esa disposición que partan juntos, conforme hemos
decidido mis siete amigos consejeros y yo,
12 para inspeccionar la región de Judea y Jerusalén, de acuerdo con lo que
se halla en la ley del Señor,
13 y ofrecer dones al Señor de Israel, cosas que pedimos mis amigos y yo
para Jerusalén, y recoger para el Señor en Jerusalén todo el oro y la plata que
se encuentre en el país de Babilonia, junto con lo donado por el pueblo para el
santuario de su Señor en Jerusalén.
14 Que reúnan el oro y la plata para los toros, cabritos y corderos y todo
lo relacionado con ellos,
15 de manera que se ofrezcan sacrificios al Señor, sobre el altar de su
Señor, en Jerusalén.
16 Y realiza todo lo que quieras hacer con tus hermanos, a base de oro y
plata, conforme a la voluntad de tu Dios.
17 Colocarás delante de tu Dios en Jerusalén los vasos sagrados del Señor
que se te han entregado para su utilización en el santuario de tu Dios en
Jerusalén.
18 Y las restantes cosas que se te ocurran que son necesarias para el uso
del santuario de tu Dios las suministrarás del tesoro real.
19 Yo, el rey Artajerjes, di instrucciones a los tesoreros de Siria y
Fenicia para que todo lo que envíe a buscar Esdras, el sacerdote y lector de la
ley del Dios altísimo, se preocupen de dárselo hasta la suma de cien talentos
de plata;
20 y hasta cien coros de trigo y cien metretas de vino y sal en
abundancia.
21 Que todo lo concerniente a la ley de Dios se cumpla escrupulosamente
para que el Dios altísimo no se irrite con el reino del rey y de sus hijos.
22 Mas a vosotros se os comunica con el fin de que no haya ningún tributo,
ni ningún otro impuesto sobre ninguno de los sacerdotes, ni de los levitas, ni
de los cantores del templo, porteros, servidores o empleados de este templo, y
para que nadie tenga potestad para imponer ninguna carga a éstos.
23 Y tú, Esdras, según la sabiduría de Dios, designa jueces y magistrados
para que juzguen en Siria y Fenicia enteras a todos los que conocen la ley de
tu Dios; y a los que no la conocen, se la enseñarás.
24 El que quebrante la ley de tu Dios y la del rey sea castigado
estrictamente, bien sea con la muerte, con una pena, con una multa o con el
destierro».
25 Bendito sea sólo el Señor que puso estos sentimientos en el corazón del
rey para glorificar su casa en Jerusalén,
26 y me honró ante el rey, sus consejeros y todos sus amigos y magnates.
27 Con la ayuda del Señor mi Dios me animé y reuní hombres de Israel para
que subieran conmigo.
28 Estos son los principales, por familias y agrupaciones, que subieron
conmigo de Babilonia en el reinado del rey Artajerjes:
29 Gársomo, de los hijos de Fineés; Gámelo, de los hijos de Jetamaro; de
los hijos de David, Atos el de Sequemías;
30 de los hijos de Foro, Zacarías, y con él ciento cincuenta hombres de la
lista;
31 de los hijos de Faatmoab, Eliaonías el de Zareo, y con él doscientos
hombres;
32 de los hijos de Zatos, Sequemías el de Jecelo, y con él trescientos
hombres; de los hijos de Adino, Ben el de Jonatás, y con el doscientos
cincuenta hombres;
33 de los hijos de Elam, Jesías el de Gotolías, y con él setenta hombres;
34 de los hijos de Safatías, Zareas el de Micaelo, y con él setenta
hombres;
35 de los hijos de Joab, Abdías el de Jecelo, y con él doscientos doce
hombres;
36 de los hijos de Banías, Salimot el de Josafío, y con él ciento sesenta
hombres;
37 de los hijos de Babí, Zacarías el de Bebé, y con él ciento ocho
hombres;
38 de los hijos de Asgad, Juan el de Acatán, y con él ciento diez hombres,
39 y los últimos, de los hijos de Adonican, cuyos nombres son: Elifalato,
Jenel y Sameas, y con ellos setenta hombres;
40 de los hijos de Bago, Uti el de Istalcuro y con él setenta hombres.
41 Los congregué junto al llamado río Tera, acampamos allí tres días y les
pasé revista.
42 No encontré entre ellos a ninguno de los hijos de los sacerdotes y de
los levitas.
43 Envié una misiva a Eleazar, Iduelo, Maasmán, Eluatán, Sameán, Joribón,
Natán, Enatán, Zacarías y Mosolamo, jefes de ellos y personas competentes;
44 y les dije que se acercasen a Adeo, el jefe del lugar del tesoro.
45 Les ordené que conversaran con Adeo, con sus hermanos y con los
tesoreros para que nos enviasen a los que iban a ejercer de sacerdotes en la
casa de nuestro Señor.
46 Nos trajeron, mediante la mano poderosa de nuestro Señor, a hombres
competentes de los hijos de Moolí, hijo de Leví, hijo de Israel: Asebebías, sus
hijos y sus hermanos, que eran dieciocho;
47 Asebías, Anuno y su hermano Oseas, de los hijos de Canuneo, y sus
hijos, veinte hombres;
48 de los servidores del templo que puso David y de los que estaban al
frente de la función de los levitas, doscientos veinte esclavos del templo. Y
se anotaron los nombres de todos.
49 Allí mismo pedí un ayuno para los jóvenes delante de nuestro Señor
50 con el fin de obtener de él éxito para nosotros, para nuestros hijos
que están con nosotros y para el ganado.
51 Pues me daba vergüenza pedir al rey infantes, caballeros y escolta para
asegurarnos contra los que se nos oponen,
52 porque dije al rey: «La fuerza de nuestro Señor estará con los que le
buscan para toda clase de mejora».
53 De nuevo supliqué a nuestro Señor y obtuve todas estas cosas de él, el
más benigno.
54 Separé a doce hombres de entre los sacerdotes, jefes de tribus, a
Serebías, Asamías y, con ellos, diez hombres de sus hermanos.
55 Les pesé la plata, el oro y los vasos sagrados de la casa de nuestro
Señor que habían donado el rey en persona, sus consejeros, sus magnates y todo
Israel.
56 Lo pesé y se lo entregué, seiscientos cincuenta talentos de plata y
vasos de plata por valor de cien talentos, cien talentos de oro, veinte
bandejas de oro y doce vasos de bronce, de buen bronce, que resplandecían como
el oro.
57 Y les dije: «Vosotros sois santos para el Señor; los vasos santos, la
plata y el oro son una plegaria al Señor, Señor de nuestros padres;
58 vigilad y poned cuidado hasta que se los entreguéis a los jefes de
tribu de los sacerdotes y los levitas y a los jefes de las familias de Israel
en Jerusalén, en las cámaras sacerdotales de la casa de nuestro Señor».
59 Los sacerdotes y levitas que recibieron la plata, el oro y los vasos de
Jerusalén los introdujeron en el santuario del Señor.
60 Levantamos el campamento de orillas del río Tera el día doce del primer
mes; hasta que llegamos a Jerusalén por la mano poderosa de nuestro Señor sobre
nosotros. Por el camino, el Señor nos arrancó de todo enemigo y llegamos a
Jerusalén.
61 Al tercer día de haber llegado allí, pesados la plata y el oro se le
entregó al sacerdote Marmoti el de Uría en la casa del Señor
62 —y a continuación de él, a Eleazar el de Fineés, y con ellos estaban
los levitas Josabdo el de Jesús y Moet el de Sabano—; todo contado y pesado, y
todo el peso se anotó en aquel mismo momento.
63 Los que habían vuelto del exilio ofrecieron sacrificios al Señor Dios
de Israel: doce toros por Israel entero, noventa y seis cabritos, setenta y dos
corderos, doce machos cabríos por la salvación; todo en sacrificio al Señor.
64 Transmitieron las reales órdenes a los administradores del rey y a los
gobernadores de Celesiria y Fenicia y glorificaron al pueblo y al santuario del
Señor.
65 Concluidos estos asuntos se me acercaron los representantes del pueblo
y me dijeron:
66 «El pueblo de Israel, sus jefes, los sacerdotes y los levitas no
apartaron de sí a los demás pueblos extranjeros ni sus impurezas, las de los
cananeos, queteos, fereceos, jebuseos, moabitas, egipcios e idumeos.
67 Pues tanto ellos como sus hijos se casaron con sus hijas y su semilla
santa se mezcló con la de los pueblos extranjeros; sus jefes y magnates
participaron de esta conducta sin ley desde el comienzo del asunto».
68 Y sucedió que, al oír estas cosas, rasgué mis vestidos y la vestidura
sagrada, me arranqué pelos de la cabeza y de la barba y me senté pensativo y
contristado.
69 Junto a mí se congregaron cuantos por entonces se movían por la palabra
del Señor de Israel, mientras yo me dolía por la falta de normas y permanecía
sentado apesadumbrado hasta el sacrificio vespertino.
70 Me levanté del ayuno con mis vestidos y la vestidura sagrada rasgados,
doblé las rodillas, extendí las manos hacia el Señor y dije:
71 «Señor, estoy avergonzado, estoy abochornado delante de ti,
72 pues nuestros pecados crecieron por encima de nuestras cabezas y
nuestros errores alcanzaron hasta el cielo,
73 incluso desde los tiempos de nuestros padres, y estamos metidos en un
gran pecado hasta este día.
74 Por nuestros pecados y los de nuestros padres fuimos entregados a los
reyes de la tierra, a la espada, al exilio y a la rapiña y llenos de vergüenza
hasta el día de hoy junto con nuestros hermanos, con nuestros reyes, con
nuestros sacerdotes.
75 Y ahora, en cierta medida, nos has hecho el favor, Señor, de dejarnos
una raíz y un nombre en tu lugar santo
76 y de descubrirnos una luz en la casa del Señor nuestro y darnos
alimento en el momento de nuestra esclavitud.
77 Y mientras estuvimos esclavizados no nos abandonó nuestro Señor, sino
que nos puso en situación de favor ante los reyes persas,
78 nos dio alimento, glorificó nuestro santuario y levantó a Sión, que
estaba desolada, nos dio firmeza en Judea y Jerusalén.
79 Pues bien, ¿qué vamos a decir ahora, Señor, tal como están las cosas?
Porque hemos transgredido tus mandatos que diste por medio de tus siervos los
profetas diciendo:
80 La tierra que pisasteis para heredarla es una tierra manchada con la
mancha de pueblos extranjeros que la llenaron de su impureza.
81 Así que no hagáis cohabitar a sus hijas con vuestros hijos, ni deis
vuestras hijas a sus hijos;
82 ni busquéis durante todo el tiempo hacer la paz con ellos para que,
siendo fuertes, comáis los bienes de la tierra y los heredéis para vuestros
hijos hasta siempre.
83 Todo lo que nos está pasando sucede por nuestras malas obras y nuestros
grandes pecados.
84 Porque tú, Señor, hiciste ligeros nuestros pecados, y nos diste una
raíz como ésta. De nuevo volvimos a transgredir tu ley al mezclarnos con la
impureza de los pueblos de la tierra.
85 ¿No te enfureciste con nosotros para destruirnos hasta no dejar raíz,
ni semilla, ni nombre nuestro?
86 Señor de Israel, eres veraz, pues en el día de hoy hemos quedado una
raíz.
87 Mira, ahora estamos ante ti con nuestras iniquidades, pues ya no es
posible mantenerse por más tiempo ante ti por estos descalabros.
88 Mientras suplicaba Esdras, asentía llorando públicamente postrado en
tierra delante del santuario. Se congregó junto a él una ingente multitud de
Jerusalén, hombres, mujeres y jóvenes; todo era llanto en la muchedumbre.
89 Tomó la palabra Jeconías, el de Jeelo, de los hijos de Israel, y dijo a
Esdras: «Nosotros hemos pecado contra el Señor y nos hemos casado con mujeres
extranjeras de los otros pueblos de la tierra. Pero ahora hay esperanza para
Israel.
90 Hagamos un juramento al Señor, a este respecto, de expulsar a todas
nuestras mujeres extranjeras junto con sus hijos según te pareció a ti y a
cuantos obedecen la ley del Señor.
91 Levántate y llévalo a cabo, pues a ti te compete este asunto y nosotros
estamos contigo para tomar medidas más fuertes».
92 Esdras se levantó e hizo jurar a los jefes de los sacerdotes y de los
levitas de todo Israel el cumplirlo. Y juraron.
El
pueblo decide despedir a las mujeres extranjeras
9
Se levantó Esdras y se trasladó del patio del santuario a la cámara sacerdotal
de Jonatán el de Eliasibo.
2 Pasó la noche allí, sin probar pan ni beber agua, doliéndose por las
grandes iniquidades del pueblo.
3 Hubo una proclama en toda Judea y Jerusalén de que todos los deportados
se congregasen en Jerusalén,
4 y que a todos los que no comparecieran en dos o tres días, conforme al
decreto de los jefes de los ancianos, se les requisaran sus ganados para los
sacrificios y los incautados fueran expulsados de la comunidad de los
exiliados.
5 Se reunieron los componentes de la tribu de Judá y Benjamín en tres días
en Jerusalén, el día veinte del mes noveno.
6 Toda la gente se sentó en el espacio abierto del santuario, tiritando
por el mal tiempo que hacía.
7 Esdras se levantó y les dijo: «Vosotros habéis practicado la iniquidad y
os habéis casado con mujeres extranjeras para aumentar los pecados de Israel.
8 Pero ahora reconoced y dad gloria al Señor, Dios de nuestros padres;
9 haced su voluntad y apartaos de los pueblos de la tierra y de las
mujeres extranjeras».
10 Toda la gente se manifestó y dijo en alta voz: «Haremos tal como has
dicho.
11 Pero el número de gente es grande, y el tiempo, invernal; no podemos
permanecer al sereno mientras hayamos encontrado solución, y la tarea no es de
un día ni de dos, puesto que hemos pecado mucho en esta materia.
12 Que se queden los jefes del pueblo y que todos los que, de nuestros
domicilios, tienen mujeres extranjeras se presenten a un tiempo convenido
13 con los ancianos de cada lugar y los jueces hasta que quiten de
nosotros la cólera del Señor por este asunto».
14 Jonatás, el de Azael, y Jecías, el de Tocano, recibieron la orden en
estos términos, y Mesolamo, Leví y Sabateo les asesoraron.
15 Los exiliados actuaron conforme a todo lo prescrito.
16 Esdras el sacerdote escogió a los cabezas de familia por su nombre y
todos se sentaron a examinar el asunto en la luna nueva del décimo mes.
17 Y terminaron de resolver el problema de los hombres que habían tomado
mujeres extranjeras en la luna nueva del primer mes.
18 Y se constató que habían tomado mujeres extranjeras los sacerdotes
siguientes:
19 de los hijos de Jesús, el de Josedec y sus hermanos Maseas, Eleazaro,
Joribo y Jodano.
20 Se dispusieron a expulsar a sus mujeres y a entregar machos cabríos en
expiación por sus errores.
21 De los hijos de Emer: Ananías, Zabdeo, Manes y Sameo, Jereel y Azarías;
22 de los hijos de Fesur: Elionais, Maesías, Ismaelo, Natanaelo, Ocidelo y
Saltas.
23 De los levitas: Jozabdo, Semeis y Colio —es decir, Calitas—, Pateo,
Onda y Joanás.
24 De los cantores del templo: Eliasibo y Bacuro.
25 De los porteros, Sálumo y Talbanes.
26 De Israel: de los hijos de Foros, Jermás, Jezías, Melquías y Miámino,
Eleázaro, Asibías y Baneas.
27 De los hijos de Elam: Matanías, Zacarías, Jezrielo, Obadio, Jeremot y
Elías.
28 De los hijos de Zamot: Eliadas, Eliásimo, Otonías, Jarimot, Sabato y
Cerdeas.
29 De los hijos de Bebé: Juan, Ananías, Zabdo y Ematís.
30 De los hijos de Maní: Olamo, Maluco, Jedeo, Jásubo, Asaelo y Jeremot.
31 De los hijos de Adí: Náato, Moosías, Lacuno, Nedo, Matanías, Sestel,
Balnuo y Manaseas.
32 De los hijos de Anán: Elionás, Aseas, Melquías, Sabeas y Simón Cosameo.
33 De los hijos de Asón: Maltaneo, Matatías, Sabadeus, Elifalat, Manasés y
Semeí.
34 De los hijos de Baaní: Jeremías, Moadio, Máero, Juel, Mandé, Pedías,
Anos, Carabasión, Eliásibo, Manitánemo, Eliasís, Banús, Elialís, Someís,
Selemías, Natanías, y de los hijos de Ezorá: Sesís, Ezril, Asáelo, Sámato,
Zambrís, Jósepo.
35 De los hijos de Noomá: Macitías, Zabadeas, Edaís, Juel y Baneas.
36 Todos estos cohabitaron con mujeres extranjeras. Y las despidieron
junto con sus hijos.
37 Los sacerdotes, los levitas y el pueblo de Israel se instalaron en
Jerusalén y en la región. En la luna nueva del séptimo mes —cuando los hijos de
Israel estaban en sus domicilios—,
38 toda la muchedumbre se congregó como un solo hombre en el descampado de
la puerta oriental del santuario.
39 Y dijeron al sumo sacerdote y lector Esdras que trajera la ley de
Moisés que le había entregado el Señor Dios de Israel.
40 Esdras, el sumo sacerdote, trajo la ley a toda la gente, hombres,
mujeres y a todos los sacerdotes para que escuchasen la ley, en la luna nueva
del séptimo mes.
41 La leyó en el descampado de delante de la puerta del santuario, desde
el amanecer hasta el mediodía, en presencia de los hombres y las mujeres. Todo
el pueblo prestó atención a la ley.
42 Esdras, sacerdote y lector de la ley, estaba en pie sobre la tribuna de
madera que había sido preparada.
43 Y junto a él estaban Matatías, Samus, Ananías, Azarías, Urías, Ezequías
y Baálsamo por la derecha,
44 y por la izquierda, Fadeo, Misael, Melquías, Lotasubo, Nabarías y
Zacarías.
45 Tomó Esdras el libro de la ley en presencia del pueblo —pues estaba
presidiendo delante de todos lleno de gloria—
46 y, mientras desataba el rollo de la ley, todos estaban de pie. Y
bendijo Esdras al Señor Dios altísimo, Dios Sabaot, el Todopoderoso.
47 Y toda la gente contestó: «Amén». Levantaron sus manos hacia arriba y,
postrándose en tierra, adoraron a Dios.
48 Los levitas Jesús, Anius, Sarabias, Jodino, Jacubo, Sabateo, Anteas,
Meanas y Calitas, Azarías y Jozabdo, Ananías y Falías enseñaban la ley del
Señor y leían la ley del Señor al pueblo dándole vida a la vez que la leían.
49 Y dijo Atarates a Esdras, sumo sacerdote y lector, a los levitas que
enseñaban al pueblo y a todos:
50 «Este día es santo para el Señor —todos lloraban al escuchar la ley—.
51 Id, pues, y comed el sustento, bebed bebidas dulces y enviad raciones a
los que no tienen,
52 pues el día es santo para el Señor. No estéis tristes, pues el Señor os
glorificará».
53 Y los levitas daban instrucciones a todo el pueblo diciendo: «Este día
es santo, no estéis tristes».
54 Y todos iban a comer, beber y disfrutar, a dar raciones a los que no
tenían y a celebrarlo,
55 porque habían sido vivificados con las palabras que les habían
enseñado. Y se congregaron.
Traducido por Natalio Fernandez Marcos, en "Apocrifos del Antiguo Testamento tomo II" Ediciones Cristiandad, 1983
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