[PDF] Carta de Aristeas a Filócrates (Traduccion)
La Carta de Aristeas o Carta a Filócrates es una obra helenística del siglo II a.C. incluida entre los libros pseudoepígrafos. La Carta de Aristeas, llamada así porque esta escrita bajo forma de carta dirigida por un tal Aristeas a su hermano Filócrates, trata principalmente de la razón por la que se creó la traducción griega de la Ley hebrea, conocida después Septuaginta, así como la personas y los procesos involucrados. El autor de la carta alega ser un cortesano de Ptolomeo II Filadelfo (que reinó 281-246 a. C.).
El texto narra como el rey Ptolomeo II Filadelfo envía una embajada al sumo sacerdote de Jerusalen Eleazar a instancias del bibliotecario de la biblioteca de Alejandria Demetrio Falerón. La embajada viaja desde Alejandria a Jerusalen con el propósito de conseguir por medio del sumo sacerdote, un ejemplar genuino del libro de la ley judía para traducirla al idioma griego, ademas de sabios judíos especializados en ambos idiomas para efectuar la traducción. Los delegados de esta embajada son bien recibidos por Eleazar, el sumo sacerdote, quien escoge a setenta y dos peritos (seis por cada tribu de Israel) para realizar esta tarea. Al llegar estos a Alejandria son recibidos muy calurosamente por el rey, quien los alaga y prueba su sabiduría con diversas preguntas. Luego, siendo estos trasladados por el rey a una isla en las afueras de la ciudad, donde completan la traducción en setenta y dos días. Al concluir, Demetrio reúne a la comunidad judía de Alejandria para leerles la traducción al griego, que es aprobada por aclamación y todos se juramentan para no añadir ni quitar nada de ella. Finalmente el rey despacha a los traductores a Jerusalen con regalos para el sumo sacerdote. La carta es un escrito de propaganda que quiere informar sobre la traducción del Pentateuco al griego. Su finalidad es apologetica. Aunque se ha argumentado que la historia es ficticia aunque con cierto núcleo histórico, éste es el primer texto que menciona la Biblioteca de Alejandría.
Sobreviven más de veinte copias manuscritas griegas de la carta, que datan del siglo XI al XV. La carta también se menciona y se cita en otros textos antiguos, sobre todo en Antigüedades de los judíos por Josefo (c. 93 d.C.), en La vida de Moisés de Filón de Alejandría (c. 15 d.C.) y en un extracto de Aristóbulo de Alejandría (c. 160 a.C.) conservada en Praeparatio evangelica de Eusebio.
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CARTA
DE ARISTEAS
I.
Introducción
1 Filócrates: Puesto que el informe de la entrevista
que tuvimos con Eleazar, el sumo sacerdote de los judíos, es de interés; porque
te gusta mucho escuchar con todo detalle el contenido y objeto de la embajada, me
he propuesto exponértelo con claridad, consciente de tu ansia de saber. 2 En efecto,
lo más grande para el hombre es «aprender y recibir siempre algo», bien sea por
narraciones históricas o por propia experiencia. De esta manera se consigue pureza
de espíritu para asimilarlo mejor; e inclinándonos hacia lo más importante, la
piedad, nos gobernamos por una norma que no yerra. 3 Dado mi interés por las
cuestiones religiosas, me ofrecí para la embajada ante dicho personaje, muy
honrado de sus conciudadanos y demás
gente por sus excelentes cualidades y su posición y que ha rendido un gran servicio
a propios y extraños, cuyo objeto era la traducción de la ley divina, pues sólo
cuentan con pergaminos escritos en lengua hebrea. 4 Al punto puse manos a la
obra aprovechando la ocasión para interceder ante el rey en favor de los que habían
sido deportados de Judea a Egipto por su padre, cuando se apoderó de la ciudad y
conquistó Egipto. Vale la pena que te informe sobre este punto. Estoy convencido
de que tu gran respeto hacia la piedad y la actitud de los hombres que viven
según la ley venerable, te llevará a escuchar con gusto lo que voy a contarte,
ahora que acabas de llegar aquí desde la isla, deseoso de oír todo lo que reporta
provecho al espíritu. 6 Ya antes te envié un escrito sobre los asuntos que en
mi opinión valía la pena reseñar, escrito que recibí de los sumos sacerdotes más
instruidos del doctísimo Egipto acerca de la raza de los judíos.
7 Y es preciso que te lo comunique a ti, celoso como
eres de todo lo que pueda serte útil, y de una manera especial a todos los que
se te parecen, pero con mayor razón a ti, que tienes nobles propósitos, que no sólo
eres un hermano mío de raza por tu conducta, sino que eres igual que yo por tu
inclinación al bien. 6 El atractivo del oro o de cualquier otra cosa de las que
aprecian los frívolos no tiene las mismas ventajas que el ejercicio de la
instrucción y el cuidado por estas materias. Pero, para no causar ningún tedio
alargándonos con prolegómenos, vamos a volver al núcleo de la narración.
II.
Preparativos
Proyecto
del bibliotecario real
9 Demetrio de Falerón, encargado de la biblioteca
real, recibió un enorme presupuesto para reunir, si fuera posible, todos los
libros de la tierra. Mediante compras y transcripciones llevó adelante, en
cuanto de él dependía, el proyecto del rey. 10 Me hallaba yo presente cuando le
preguntó: «¿Cuántos millares de libros hay?». Y respondió: «Más de veinte, ¡rey;
pero me estoy apresurando a completar en poco tiempo los quinientos mil que
faltan. Se me ha dicho que las leyes de los judíos deberían ser transcritas y
formar parte de tu biblioteca». 11 «¿Y qué impide, dijo, que hagas esto? A tu
disposición tienes todo lo necesario». Pero Demetrio replicó: «Hay que
traducirlas, pues en Judea utilizan una escritura peculiar, como los egipcios,
en cuanto a la disposición de sus letras y también tienen su propia pronunciación.
Se supone que emplean el siriaco; pero no exactamente, sino un dialecto
diferente». Cuando el rey se informó de los pormenores, dio orden de escribir al
sumo sacerdote de los judíos con el fin de llevar acabo lo convenido.
Liberación
de los esclavos judíos
12 Pensé entonces que había llegado el momento oportuno
para un asunto sobre el que había insistido muchas veces a Sosibio el de Tarento
y a Andrés, los más incondicionales de su escolta privada, en favor de la
manumisión de los que habían sido deportados desde Judea por el padre del rey,
y a que al invadir toda la zona de Celesiria y de Fenicia con su buena fortuna
y su valentía, a unos los deportaba y a otros los hacía prisioneros, sometiendo
y atemorizando a toda la región. Deportó a Egipto, también por entonces, a más de
cien mil del país de los judíos, 13 y armó a unos treinta mil de entre ellos, bien
escogidos, instalándolos en los controles de su nación (antiguamente con el
«Persa» habían venido bastantes, e incluso antes que éstos habían sido enviados
ya otros aliados para luchar con Psamético en contra del rey de los etíopes.
Pero no habían afluido tantos como deportó Tolomeo Lagos). 14 Como acabamos de decir,
tomó a los de mejor edad para las armas y a los más vigorosos y los equipó. Y permitió
que esclavizaran a la multitud restante de viejos y muchachos e incluso de mujeres,
no tanto por propia voluntad cuanto presionado por los soldados y por los
servicios que éstos habían prestado en las campañas militares. Puesto que yo, como
he indicado, había tomado cierto pretexto para su manumisión, me serví de las
siguientes palabras con el rey: 15 «No caigamos en la locura de ser reprendidos
por los hechos mismos, oh rey. La ley que nos proponemos transcribir y traducir
está puesta para todos los judíos; ¿qué excusa vamos a tener para la embajada mientras
sigan de esclavos en tu reino una suma considerable de ellos? En consecuencia,
libera con espíritu intachable y generoso a los que están presos en miserable situación,
puesto que, tras ardua investigación, he concluido que el Dios que les dio la
ley es el mismo que gobierna tu reino. 16 Estos adoran al Dios que ve todas las
cosas y las crea, al que todos veneran; sólo que nosotros, rey, lo llamamos de forma
diferente Zena y Día. Y con gran acierto los antiguos afirmaron que aquel por el
que todas las cosas son, reciben la vida y existen, es el que rige y domina sobre
todas ellas; de modo que supera a todos los hombres en generosidad y libera a los
que están sometidos a esclavitud». 17 Reflexionó un instante, y yo suplicaba a Dios
en mi interior que dispusiera su mente para liberar a todos; por ser el género
humano criatura de Dios, se transforma y modifica por medio de él; por eso invocaba
yo de muchas y muy variadas formas al que es Señor del corazón para que fuera movido
a realizar lo que yo pedía. 18 Al exponer una iniciativa relacionada con la
liberación de los hombres, tenía gran esperanza de que Dios cumpliría mis peticiones.
Porque cuando los hombres creen realizar algo honestamente, preocupándose de la
justicia y de las buenas obras, el Dios Señor de todas las cosas dirige con éxito
sus proyectos y sus logros. 19 Entonces el rey alzando la cabeza y mirándome con
rostro sonriente, dijo: «¿Cuántos millares supones que son?». Y Andrés, que se
hallaba presente, respondió: «Algo más de cien mil». Y el rey añadió: «Poca cosa
en verdad nos pide Aristeas». Pero Sosibio y algún otro de los presentes dijeron:
«Con todo, es digno de tu esplendidez ofrecer al gran Dios la liberación de éstos
como sacrificio de acción de gracias. Como el Señor de todas las cosas te honra
y enaltece por encima de tus progenitores, aunque hagas los más grandes sacrificios
de acción de gracias, te sienta bien». 20 Entusiasmado, ordenó añadir una paga extraordinaria
a los sueldos: 20 dracmas por cada esclavo, promulgar un decreto sobre ello y actualizar
los censos. Manifestaba un celo enorme, puesto que Dios cumplía todo nuestro deseo
y le constreñía a liberar no sólo a los que habían llegado con el ejército de su
padre, sino también a algunos que ya estaban allí o se habían introducido en el
reino posteriormente. Le indicaron que el gasto sobrepasaba los 400 talentos.
21 Me parece conveniente reproducir la copia del decreto, ya que la
magnificencia del rey al que Dios hizo capaz de convertirse en salvación de una
población numerosa quedará más clara y patente. 22 Era del siguiente tenor: «Decreto
real: Todos los que hicieron la expedición con mi padre contra las zonas de
Siria y Fenicia y que al atravesar la región judía se apoderaron de esclavos
judíos y los trasladaron a la ciudad y al país, o los vendieron a otros; asimismo
si hay algunos de antes o deportados después de estos hechos: que los que los
tienen inmediatamente los suelten y recibirán al punto 20 dracmas por cada
esclavo: los soldados de la paga de los sueldos y el resto del erario real, 23
pues pensamos que fueron hechos prisioneros injustamente y contra la voluntad
de nuestro padre. Es más, la destrucción de su tierra y la deportación de los
judíos a Egipto se produjo por el desenfreno de los soldados; el botín que sacaron
los soldados, más del que convenía, hubiera sido suficiente. Por eso es del todo
abusivo apoderarse de los hombres. 24 Nosotros hacemos gala de distribuir lo
justo a todos los hombres, pero mucho más a los sometidos sin razón, y buscamos
por todos los medios lo que corresponde a la justicia y a la piedad para con
todos .Y hemos decretado que a todos los judíos que sean esclavos en cualquier
parte del reino y de la forma que fuere los suelten los que los retienen y recibirán
a cambio la suma estipulada. Que nadie escamotee en nada la aplicación de estas
ordenanzas. Tres días después de la publicación de este decreto se harán las
listas y se mostrarán inmediatamente, junto con los esclavos, a los que están
constituidos a dichos efectos. 25 Pues hemos comprendido que nos conviene a
nosotros y al bien común el realizarlo. El que quiera puede denunciar a los
desobedientes a condición de que disponga del que resulte culpable. Los bienes de
los tales serán confiscados para el erario real». 26 Una vez emitido el decreto
para que el rey lo leyera, contenía todo lo otro, salvo la cláusula «si hay
algunos de antes o deportados después de estos hechos». Esto último lo añadió el
rey en persona por su extraordinaria magnanimidad y ordenó que se distribuyera la
cantidad total de los gastos a los encargados de los regimientos y a los
tesoreros reales. 27 Expedido el decreto de esta forma, fue ratificado a los
siete días. La paga ascendía a más de 660 talentos, porque fueron liberados
muchos niños de pecho con sus madres. Planteado si también habría de dar 20 dracmas
por éstos, el rey dio orden de incluirlos, escrupuloso como era en cumplir íntegramente
todos los puntos de su resolución.
Informe
del bibliotecario
28 Cuando se terminaron estas gestiones dio orden a
Demetrio de entregarle un informe sobre la transcripción de los libros judíos,
pues estos reyes administraban todos los asuntos por medio de decreto y con mucha
precaución, sin que nada se les escapara o quedar a al azar. Por eso he reproducido
lo del informe, las copias de las cartas, el número de los presentes y la
índole de cada uno, porque cada uno de ellos es una obra maestra de
magnificencia y artesanía. Esta es la copia del informe: 29 «Al gran rey de parte
de Demetrio: A propósito de tu decreto oh rey, de reunir los libros que faltan para
completar tu biblioteca y de sustituir de forma adecuada y tras diligente examen
los que se hayan perdido, te presento los siguientes resultados: 30 Faltan los
libros de la ley de los judíos junto con otros pocos. Se leen con caracteres y
pronunciación hebreos, pero están escritos de forma descuidada y no como son en
realidad, según aducen los expertos, pues les ha faltado la supervisión real.
31 Por tanto, es preciso que los tengas junto a ti suficientemente enmendados,
porque esta ley, por ser divina, es la más sabia y perfecta. De ahí que los
escritores, poetas y numerosos historiadores hayan evitado mencionar dichos libros
y a los hombres que han vivido conforme a ellos, puesto que la imagen que ofrecen
es santa y venerable, como dice Hecateo de Abdera. 32 Si te parece, oh rey, se
puede escribir al sumo sacerdote de Jerusalén para que envíe a los hombres que se
han conducido con mayor honradez, a los ancianos expertos en su ley, seis de cada
tribu, con el fin de examinar el acuerdo de la mayoría y obtener la
interpretación exacta, y la pondremos en un sitio de honor a la altura de tus
proyectos y tus realizaciones. Buena suerte en todo».
Intercambio
de cartas entre Tolomeo y Eleazar
33 Una vez presentado este informe, el rey dio orden
de escribir a Eleazar sobre el asunto y que le indicaran lo de la liberación
concedida a los prisioneros. Y entregó un peso de oro de cincuenta talentos,
setenta talentos de plata y bastantes piedras preciosas para la fabricación de cráteras,
copas, una mesa y vasos de libación; ordenó a los tesoreros que dieran a escoger
a los artesanos lo que prefirieran, dinero para los sacrificios y otros cien
talentos más. 34 Pero lo de la fabricación te lo contaré cuando hayamos pasado las
copias de las cartas. La carta del rey era de este tenor: 35 «El rey Tolomeo al
sumo sacerdote Eleazar: Alégrate y que tengas buena salud. Muchos judíos viven en
nuestro país arrancados de Jerusalén por los persas cuando éstos dominaban, y
también prisioneros que llegaron a Egipto con mi padre: 36 a muchos de ellos
los colocó en el ejército con sueldos elevados; asimismo, pensando que los que ya
estaban antes le eran adictos, fundó guarniciones y se las entregó, para que por
medio de ellos el pueblo egipcio estuviera sometido. Y nosotros, que hemos heredado
el reino, tratamos a todos con suma benignidad, pero muy especialmente a tus
ciudadanos. 37 Acabamos de liberar a más de cien mil prisioneros de guerra tras
entregar a los que les retenían el precio justo en dinero y reparar todo lo que
hayan podido padecer por la vejación del pueblo, convencidos de que así obramos
piadosamente y de que dedicamos una ofrenda de acción de gracias al Dios más grande,
que nos ha conservado el reino con paz y el más alto honor a lo largo de todo el
mundo habitado. En el ejército pusimos a los que estaban en la flor de la edad,
y colocamos en cargos a los que podían cuidarse de nosotros y eran dignos de confianza
para la corte. 38 Y porque queremos favorecer a éstos, a todos los judíos del mundo
y a los que vengan detrás, nos decidimos a traducir vuestra ley, de la que vosotros
llamáis lengua hebrea, a la lengua griega, para poder tenerla también junto a
nosotros en la biblioteca con los demás libros reales. 39 Nos harás un favor
digno de nuestro celo si eliges ancianos que hayan vivido honestamente, expertos
en la ley y capaces de hacer una traducción, seis de cada tribu, con el fin de encontrar
el acuerdo entre la mayoría, pues se trata de una investigación de primera
importancia. Y pensamos que, una vez realizada, nos reportará un gran honor. 40
Con esta misión despachamos a Andrés y Aristeas, los más incondicionales de nuestra
escolta privada y muy estimados entre nosotros, para dialogar contigo. Llevan cien
talentos de plata en regalos y ofrendas para el templo, los sacrificios y lo demás.
Escríbenos tú también de lo que se te ofrezca; te portarás como un amigo y tendrás
buena acogida. Cualquier cosa que prefieras se hará realidad al instante.
¡Buena salud!». 41 A esta carta respondió Eleazar oportunamente en estos
términos: «Eleazar, sumo sacerdote, al rey Tolomeo, amigo sincero: ¡Alégrate! Que
tengas buena salud tú y la reina Arsinoe, tu hermana, y tus hijos. Que os vaya
bien como es nuestro deseo. También nosotros gozamos de buena salud. 42 Al recibir
tu carta, nos alegramos mucho por tus proyectos y tu excelente determinación;
reunimos a toda la gente y se la leímos para que conocieran los sentimientos
religiosos que tienes para con nuestro Dios. Expusimos también las copas que enviaste,
veinte de oro y treinta de plata, cinco cráteras, la mesa de las ofrendas y los
cien talentos de plata para la adquisición de los sacrificios y para los
enseres que necesita el templo; 43 todo lo que trajeron Andrés, uno de tus
preferidos, y Aristeas, hombres honrados y cultos que destacan por su
instrucción y dignos bajo todos los aspectos de tu conducta y justicia. Ellos nos
transmitieron tu comunicado y a su vez escucharon de nosotros un asentimiento completo
a tu carta, 44 y a que todo lo que sirve a tu interés, aunque sea contrario a la
naturaleza, lo obedeceremos, pues esto es señal de amor y amistad. Porque también
tú has favorecido de muchas maneras a nuestros conciudadanos con grandes beneficios
que no pueden olvidarse. 45 Así que al punto ofrecimos sacrificios por ti, tu
mujer, tus hijos y tus amigos. Todo el pueblo rezó para que te acontezca siempre
conforme deseas y para que el Dios Señor de todas las cosas te mantenga el reino
en paz y con honor y para que la transcripción de la ley santa redunde en provecho
tuyo y sea realizada sobre seguro. 46 Hemos escogido en presencia de todos a
ancianos distinguidos, seis de cada tribu, a los que hemos enviado con la ley,
de modo que harás bien, oh rey, si ordenas que dichos hombres, tan pronto como
ejecuten la transcripción de los libros, nos sean restituidos sanos y salvos.
Buena salud».
Nombres
de los 72 traductores
47 Y son de la primera tribu: José, Ezequías, Zacarías,
Juan, Ezeguías y Eliseo. De la segunda: Judas, Simón, Somoel, Adeo, Matatías y Esclemías.
De la tercera: Nehemías, José, Teodosio, Baseas, Ornías y Dacis. 48 De la
cuarta: Jonatán, Abreo, Eliseo, Ananías, Cabrías... De la quinta: Isaac, Jacob,
Jesús, Sabateo, Simón y Leví. De la sexta: Judas, José, Simón, Zacarías, Somoel
y Selemías. 49 De la séptima: Sabateo, Sedecías, Jacob, Isaac, Jesías y Nateo. De
la octava: Teodosio, Jasón, Jesús, Teódoto, Juan y Jonatán. De la novena: Teófilo,
Abrahán, Arsamo, Jasón, Endemías y Daniel. 50 De la décima: Jeremías, Eleazar, Zacarías,
Baneas, Eliseo y Dateo. De la undécima: Samuel ,José, Judas, Jonates, Caleb y Dositeo.
De la duodécima: Isael, Juan, Teodosio, Arsamo, Abietes y Ezequiel. En total
setenta y dos. 51 Tal fue la respuesta escrita de parte de Eleazar a la carta del
rey.
Descripción
de los regalos del rey
Como antes anunciamos, voy a iniciar la descripción de
los objetos, ya que fueron ejecutados con una habilidad fuera de lo común; el
rey concedió un fuerte apoyo económico y supervisaba a cada uno de los artesanos,
de ahí que no pudieran pasar por alto ningún detalle ni realizarlo sin
precisión. En primer lugar, te describiré lo de la mesa. 52 La intención del
rey era hacer el mueble de proporciones un tanto desmesuradas. Ordenó que recogieran
información de la gente del lugar acerca de las dimensiones de la que ya existía
y que se encontraba en el templo de Jerusalén. 53 Cuando le indicaron las
medidas, volvió a preguntar si podría fabricarla más grande aún. Algunos de los
sacerdotes y de la gente le contestaron que nada se lo impedía. El insistió en que
quería hacerla cinco veces más grande, pero que estaba indeciso, no fuera a resultar
inutilizable para los servicios litúrgicos; 54 pues no quería que sus dones estuviesen
expuestos en su lugar, sino que tenía mayor interés en que los de turno
realzaran debidamente las correspondientes liturgias sobre los enseres que él
suministraba. 55 Así, pues, fabricó los mencionados muebles de dimensiones
pequeñas, no Por ahorrar oro, sino porque, al parecer, se habían adoptado estas
medidas con toda intención, según dijo. Pues a poco que hubiera estado prescrito
no habría ahorrado nada; pero que no había que sobrepasar ni exagerar lo que estaba
bien hecho. 56 Dio orden de que emplearan ante todo la variedad en la artesanía
considerando a ciencia y conciencia todos los detalles, pues tenía cualidades
para captar la importancia de los asuntos. Y ordenó embellecer todos los
objetos que no estaban prescritos; pero que se fabricaran según los escritos, que
los siguieran en cuanto a las medidas. 57 Hicieron la mesa de dos codos de largo
por uno de ancho y codo y medio de alto, y la hicieron maciza, de oro puro por
todas partes; es decir, que no recibió una especie de barniz de oro sino la
plancha misma. 58 Alrededor de ella tallaron una cornisa de un palmo de extensión,
con los ribetes trenzados a base de un relieve formado por cordones de un magnífico
grabado por los tres lados, puesto que tenían tres caras. 59 En cada lado, la
configuración de la urdimbre tenía la misma disposición, de manera que de cualquier
lado que se volviera tenía el mismo aspecto, y cuando el borde interior de la
cornisa se proyectaba hacia la mesa misma, ofrecía un relieve primoroso, aunque
el borde exterior se exponía a la contemplación de los que se aproximaban. 60
De ahí que la cima de los dos bordes fuese aguda, se encontrara en la parte superior,
como ya dijimos, y tuviera estructura triangular a cualquier lado que se
volviese.
Tenía engastadas piedras preciosas en medio de los
cordones; una con otra formaban un entramado de textura inimitable. 61 Todas estaban
prendidas por pasadores de oro que las perforaban para asegurarlas, y en las
esquinas unos broches las fijaban para mantenerlas sujetas. En los lados de la
cornisa, que circundaban la parte visible superior, habían instalado un nido de
huevos en piedras preciosas, con un dibujo en el que sobresalía una serie de bajorrelieves
en forma de estrías, muy apiñadas unas a otras alrededor de toda la mesa. 63 Debajo
del relieve de piedras preciosas en forma de nido de huevos, grabaron los
artesanos una cesta con toda clase de frutas, en la que destacaban racimos de uvas
y espigas esbeltas, así como dátiles, manzanas, aceitunas, granadas y otras parecidas.
Al trabajar las piedras hasta formar el relieve de las frutas antes mencionadas
según el color de cada clase, las fijaron al círculo de oro que recorría
horizontalmente toda la estructura de la mesa. 64 Cercano a la altura de la cornisa
habían colocado otra vez el motivo del nido de huevos, el resto de las estrías y
el bajorrelieve, puesto que había sido fabricada para ser utilizada por ambos
lados, según se eligiera, de tal forma que la estructura de las olas y la de la
cornisa reaparecía en la parte de las patas. 65 Y habían construido una plancha
sólida de cuatro dedos de espesor para toda la superficie de la mesa, de manera
que se pudiera introducir en ella las patas provistas de pasadores con broches para
fijarlas a la cornisa; de esta forma se podía utilizar por el lado que se quisiera,
ya que se podía contemplar la misma figura dispuesta tanto de un lado como de otro.
66 Sobre la mesa misma habían esculpido un meandro en relieve con piedras preciosas
de mucho valor y de todo tipo: carbunclos, esmeraldas, ónices y todas las
variedades que resaltan por su preciosidad. 67 Más allá del grabado del meandro
se encontraba un maravilloso trenzado, que ofrecía en el centro el aspecto de un
rombo en el que se habían engastado un cristal de roca y el llamado ámbar, brindando
a los que lo contemplaban un espectáculo irrepetible. 68 y en cuanto a las
patas, habían tallado sus capiteles con un grabado de lirios, algunos de los cuales
se doblaban por debajo de la mesa, mientras que las partes visibles tenían las
hojas rectas. 69 El punto de apoyo de la pata sobre el suelo era de carbunclo, alrededor
de un palmo de alto con la forma de trípode para el espectador, pero de ocho dedos
de anchura y sobre el que descansaba todo el empuje de la pata. 70 Saliendo de
la piedra habían esculpido una yedra entrelazada con acanto envuelto en un pámpano,
con los racimos de piedras alrededor de la pata hasta el capitel. La disposición
de las cuatro patas era la misma, y todo estaba trabajado con donaire y bien
ajustado. Hasta tal punto sobresalía la destreza y habilidad, sin apartarse de
la realidad, que, si se levantara un soplo de viento, hubiera mecido las hojas,
pues todo estaba configurado conforme a la estructura de la realidad. 71 Habían
fabricado la embocadura de la mesa en forma de tríptico con tres piezas ensambladas
unas a otras a lo largo de todo el espesor del armazón con ensambladuras
claveteadas, sin que se pudiera distinguir ni descubrir la señal de las juntas.
El espesor de la mesa no era inferior a medio codo, de modo que el conjunto de
la fabricación era cosa de muchos talentos. 72 Puesto que el rey había preferido
no añadir nada a sus dimensiones, cuanto hubiera que haber gastado si éstas
hubieran sido mayores lo dio por añadidura. Todo lo realizó a su gusto de forma
admirable y digna de elogio con una habilidad incomparable y una belleza
excelente. 73 Entre las cráteras, dos estaban hechas de oro, cinceladas con
motivos de escamas desde la base hasta el medio y con piedras preciosas engastadas
con gran habilidad entre las escamas.74 A continuación había un meandro de un codo
de altura, y el relieve destacaba por sus piedras preciosas variadísimas, haciendo
patente junto con su brillantez lo rebuscado de su técnica. Sobre éste había un
complejo de estrías con un combinado de rombos que ofrecía el aspecto de un trenzado
en forma de red hasta la cúspide. 75 En el centro, escuditos de piedras no inferiores
a cuatro dedos, unos junto a otros y alternando las clases, completaban el efectismo
de la belleza. Sobre la corona de la embocadura había grabado alrededor un relieve
de lirios con flores y pámpanos con racimos. 76 Las cráteras de oro estaban de
tal forma preparadas que contenían más dedos metretas. Las de plata tenían la
superficie lisa; hay que añadir que tenían una lisura tan maravillosa que todo
lo que se aproximaba se reflejaba más claro que en los espejos. 77 Era
imposible explicar lo que ocurría y la impresión que hacían en la realidad.
Pues cuando se terminaron de colocarlos vasos uno junto a otro, es decir, primero
la crátera de plata, luego la de oro y de nuevo una de plata y otra de oro, era
absolutamente imposible describir la maravilla del espectáculo, y cuantos se
acercaban a contemplarlos no eran capaces de separarse por el resplandor y el gusto
de la contemplación, 78 ya que el efecto del espectáculo era muy variado.
Cuando uno contemplaba el trabajo del oro, sentía una especie de arrebato admirable
al concentrarse la mente sobre cada detalle artístico. Y, del mismo modo,
cuando uno quería contemplar el estilo de la plata, todos los objetos alrededor
de uno, y donde quiera que te colocaras, destellaban incrementando el gusto de
los espectadores. En suma: era del todo indescriptible la perfección artística de
la obra. 79 En el centro cincelaron las copas de oro con coronas de vid, y en torno
a los bordes enlazaron una corona en relieve de yedra, mirto y olivo con
incrustaciones de piedras preciosas. El resto de los grabados los concluyeron con
formas diversas, esforzándose por rematar escrupulosamente todos los detalles para
realzar el prestigio del rey. 80 Porque, en una palabra, semejantes recursos de
tan alto precio y con tanta técnica no los había en los cofres reales ni en ningún
otro sitio. Pues no había cuidado poco el rey, que buscaba el esplendor de las
obras de arte. 81 Muchas veces se le pasaba el momento de su audiencia pública por
observar con toda atención a los artistas, para que remataran las obras como merecía
el lugar para el que las había destinado. De modo que todo fue ejecutado con maestría,
como correspondía al rey que lo enviaba y al sumo sacerdote que estaba al
frente del santuario: 82 tan espléndido fue el número de piedras y de las de mayor
tamaño, no inferior a cinco mil. Y todo realizado con un arte fantástico, de forma
que el costo de las piedras y el efectismo de la artesanía era de un valor cinco
veces superior al del oro.
III.
Descripción de Jerusalén y alrededores
83 Te he mostrado estos objetos porque pensaba que
tenía que describírtelos. A continuación viene el viaje que hicimos hasta la
sede de Eleazar. En primer lugar, te voy a indicar la disposición de toda la
región. En cuanto llegamos a los lugares, contemplamos la ciudad situada en medio
de toda Judea sobre una montaña de gran altura.
El
templo
84 Sobre la cima está colocado el templo con
esplendor; lo rodean tres muros de más de setenta codos de altura. El ancho y largo
correspondían a la estructura de la casa con tal magnificencia y dispendio que sobre
pasaba en todo a cualquier tipo de construcciones. 85 El derroche de dinero era
manifiesto en la entrada, en el ensamblaje de los montantes en torno a ella y en
la solidez de los dinteles. 86 La estructura del velo se asemejaba por completo
a una puerta, sobre todo cuando el tejido era movido por el paso continuo del viento;
había una corriente a partir del suelo por la parte interior hasta el
despliegue superior; la cosa producía cierto placer y costaba apartar la
mirada. 87 La estructura del altar había sido construida en proporción al lugar
y los sacrificios que consumía el fuego. Subiendo hacia él, había una rampa
adecuada a la decencia de los sacerdotes que ministraban cubiertos hasta los tobillos
«con túnicas de lino».
Instalaciones
hidráulicas
88 La casa mira hacia el oriente; su parte de atrás,
hacia el poniente. Toda está pavimentada con piedra y tiene rampas hacia los
lugares adecuados a causa de la traída de aguas, que se produce por enjuagar la
sangre de las víctimas, ya que en los días de fiesta se ofrecen muchas decenas de
millares. 89 Hay una reserva inagotable de agua por una fuente natural de gran
venero que mana en el interior; es más, hay unas cisternas subterráneas maravillosas
e indescriptibles, según me indicaron, en un radio de cinco estadios alrededor
de los cimientos del templo, cada una de ellas con innumerables conductos que
comunican las corrientes de cada parte. 90 Todas éstas habían sido selladas con
plomo en la base y a lo largo de los muros, y sobre ellas se había echado gran cantidad
de cal para dar consistencia al conjunto. Había abundantes desembocaduras en la
base del templo que nadie podía percibir fuera de los encargados del servicio
litúrgico, de tal forma que, en un instante y a una señal dada, se purificaba todo
el flujo de la sangre de los sacrificios que se había acumulado. 91 Yo mismo me
informé de la estructura de las cisternas, y te voy a mostrar el modo como me convencieron.
Me llevaron a más de cuatro estadios de la ciudad y en cierto lugar me invitaron
a agacharme y escuchar el murmullo que se producía por el encuentro de las
aguas. De modo que me di cuenta de la magnitud de los recipientes, como he indicado.
Los
sacerdotes y los servicios litúrgicos
92 La liturgia de los sacerdotes es completamente insuperable
por el despliegue de fuerza y por la combinación de buen orden y silencio. Todos,
por propia iniciativa, se ocupan pacientemente hasta agotarse, cuidando cada
cual de la función encomendada. Están de servicio permanente: unos con la
madera, otros con el aceite, otros con la flor de harina, otros con los
perfumes, otros con los holocaustos de la carne, haciendo uso de una fuerza
todavía mayor. 93 Agarran con las dos manos las patas de los novillos, lo que representa
casi más de dos talentos de peso cada uno, los lanzan con ambas manos de forma
admirable a una altura suficiente y no fallan al colocarlos. Así mismo las
patas de las ovejas y cabras tienen un peso y una grasa considerables, puesto que
los encargados eligen siempre las de mejor raza y las más rollizas, y ejecutan
lo que ya dijimos. 94 Para descansar tienen asignado un lugar donde se sientan
los que se toman una pausa. Cuando esto ocurre, surgen inmediatamente algunos
de los restantes sin que nadie les ordene lo del servicio. 95 Reina un silencio
absoluto hasta el punto de pensar que no había nadie en el lugar, siendo así
que los ministros presentes eran cerca de setecientos y muy numerosa la
muchedumbre de los que ofrecen los sacrificios. Pero todo se realiza con la
reverencia que corresponde a la gran divinidad.
Vestiduras
del sumo sacerdote
96 Se apoderó de nosotros una gran consternación cuando
contemplamos a Eleazar en el servicio litúrgico, su vestidura y el resplandor
que despide al ponerse la túnica que viste y por las piedras preciosas que la
circundan. Pues tiene campanillas de oro que cuelgan de su túnica hasta los
pies, emitiendo un tintineo peculiar, y granadas de variopintos bordados de
preciosos colores junto a cada una de ellas. 97 Iba ceñido con un magnífico y extraordinario
tejido con los más bellos colores. Sobre el pecho llevaba el llamado «oráculo»,
en el que estaban engastadas doce piedras preciosas de diferentes tipos
incrustadas en oro: los nombres de las doce tribus, según el orden original, desprendiendo
cada una de ellas el indescriptible color que la caracteriza. 98 Sobre su
cabeza llevaba el llamado «turbante», y sobre éste la mitra inigualable, la
diadema santificada con el nombre de Dios en relieve y con los caracteres
santos sobre una lámina de oro, en medio de sus cejas, todo resplandor. Pues se
le ha creído digno de este atuendo en las funciones litúrgicas. La aparición de
este portento impone respeto y desconcierta tanto que pensarías que has pasado a
otro mundo distinto de éste. Y estoy seguro de que todo el que se acerque al espectáculo
que hemos descrito experimentará una maravillosa e inexplicable consternación
conmovido en lo más profundo de su ser por la rigurosa disposición de cada detalle.
La
ciudadela
100 Con el fin de inspeccionar todo, subimos a la
ciudadela de la ciudad, que se encuentra al lado, y tendimos la mirada. Está
emplazada en un lugar muy alto, protegida con numerosas torres, construidas con
piedras enormes hasta la cresta, para vigilar, según no sin formamos, las zonas
alrededor del templo; 101 con la intención de que si se produce un ataque, una rebelión
o una invasión enemiga nadie pueda alcanzarlas murallas que rodean la casa.
También hay sobre las torres de la ciudadela proyectiles y artefactos diversos,
ya que el emplazamiento está situado en la cúspide de las murallas antes
mencionadas. 102 Así mismo las torres están vigiladas por los más adictos, que han
dado a la patria las mayores pruebas de valor. Estos no tenían licencia para salir
de la ciudadela a no ser los días de fiesta, y eso por turno, ni permitían
entrar a nadie. 103 Y en el caso de que los jefes dieran alguna orden de
recibir a alguien para visitarla, se comportaban con mucho rigor, como ocurrió con
nosotros, pues, a pesar de ser dos y de ir desarmados, nos recibieron para contemplar
los sacrificios. 104 Y decían que se habían comprometido bajo juramento a actuar
así, y a que todos habían jurado –y lo cumplían bajo constricción divina- que no
admitirían a más de cinco hombres al mismo tiempo, aunque ellos fueran
quinientos. En realidad, toda la defensa del templo residía en la ciudadela y, por
su medio, el constructor había controlado dichos parajes con un puesto de
guardia en avanzadilla.
El
interior de la ciudad
105 La extensión de la ciudad es proporcionada. En cuanto
se puede barruntar, tiene un perímetro de unos cuarenta estadios; la posición de
las torres y de las travesías que se divisaban, unas más abajo, otras más arriba,
tenía el aspecto de un teatro de la forma acostumbrada, así como las calles de salida,
pues el terreno está inclinado por encontrarse edificada la ciudad sobre una montaña.
106 Hay también escalinatas hacia las calles. Algunos transitan por arriba;
otros por debajo, y se mantienen lo más lejos que pueden de los transeúntes a
causa de los que están purificándose para no tocar nada de lo prohibido.
Abastecimiento
de la gran ciudad
107 Los primeros habitantes edificaron la ciudad con
las proporciones adecuadas, no al azar, sino planeándola ingeniosamente. En
efecto, la región es grande y hermosa; tiene algunas partes de llanura por la
zona que llaman Samaría y las que empalman con la región de los idumeos y otras
montañosas de las del centro; hay que dedicarse sin interrupción a la
agricultura y al cultivo de la tierra para que estos habitantes obtengan buena cosecha.
108 Si se procede así, se dan toda clase de cultivos con exuberancia a lo largo
de la región antes mencionada. En las grandes ciudades, con la consiguiente prosperidad,
ha aumentado la población y han abandonado el campo. Todos tienden a divertirse
y son propensos y muy dispuestos para el placer.109 Esto ocurría con Alejandría,
que superaba a todas las ciudades en extensión y prosperidad. Pues los
campesinos que inmigraban a ella, al permanecer bastante tiempo, hacían disminuir
la agricultura. 110 De ahí que el rey, para que no se quedaran, ordenó que no prolongaran
su estancia más de veinte días. Y dio también instrucciones por escrito a los
que tenían cargos para que, en el caso de que hubiera que citar a juicio, lo
dirimiesen en cinco días. 111 Tanta importancia dio a esto, que puso
magistrados para sus subordinados en cada distrito con el fin de que los
labradores y sus representantes no hicieran disminuir los graneros de la
ciudad, es decir, los beneficios de la agricultura, para su provecho personal.
Fuentes
de riqueza de Palestina
112 Nos hemos desviado con estos detalles porque Eleazar
nos había indicado amablemente los pormenores que acabamos de mencionar. Los trabajos
de los campesinos son muchos, puesto que su región está cuajada de olivares,
cereales, legumbres y también viñas y mucha miel. En cuanto a los otros árboles
frutales y palmeras, ni se pueden contar los que tienen. Hay mucho ganado de toda
clase, y su pasto es abundante. 113 Por eso se percataron muy pronto de que la
región necesitaba numerosa población y colocaron la ciudad y las aldeas en una distribución
razonable. 114 Los árabes aportan al lugar gran cantidad de aromas, piedras preciosas
y oro, porque este país cultivable tiene también dotes para el comercio; la
ciudad tiene muchos oficios y no carece de ninguna de las mercancías que vienen
por mar. 115 Tiene puertos estratégicos que suministran lo necesario, los de Ascalón,
Jope y Gaza, así como el de Tolemaida, fundada por el rey; la región se
encuentra en el centro con relación a los lugares antes mencionados, no dista mucho
de ellos. Tiene de todo y en abundancia, pues por todas partes hay regadío y está
bien defendida. La riega el río llamado Jordán, que nunca deja de correr. 116 Al
principio contaba con más de 66 millones de «aruras», pero más tarde los
pueblos vecinos la ocuparon, y seiscientos mil hombres pasaron a poseer cien
«aruras» cada uno. Cuando el río va crecido, como el Nilo en los días de la
cosecha, inunda gran parte de la tierra. 117 Su corriente desemboca en otro río
en la región de los habitantes de Tolemaida, que a su vez desemboca en el mar. Descienden
otros llamados torrentes abrazando las zonas de Gaza y la región de Azoto. 118 La
región está rodeada de defensas naturales; es difícil de invadir e inaccesible
para grandes contingentes por ser estrechos los accesos, situados junto a precipicios
y profundos barrancos, amén de ser abrupto el complejo montañoso que circunda toda
la zona.
Las
minas de Arabia
119 Se decía que en otro tiempo hubo minas de cobre y
hierro en las montañas adyacentes de Arabia, pero que fueron abandonadas en el momento
de la dominación persa, cuando los que por entonces estaban al frente de ellas levantaron
el falso rumor de que la explotación no era rentable, sino muy costosa, 120 para
que no arruinasen la región mediante la explotación de dichos metales y para
que no pasara a otras manos por la dominación de aquéllos, tomando de ahí
pretexto para penetrar en dichos puntos. Por eso se produjo este falso rumor. Así
que te he resumido, hermano Filócrates, cuanto sabía de esta tierra. lo de la
traducción te lo voy a indicar a continuación.
IV
Despedida de Eleazar a los traductores
121 Escogió a los mejores hombres, a los de formación
más eximia, hijos de padres nobles y que no sólo habían asimilado el legado de las
letras judías, sino que se habían dedicado intensamente a la cultura de los
griegos. 121 Por eso eran muy apropiados para las embajadas y participaban en
ellas cuando se requería. Tenían grandes dotes para las entrevistas y
discusiones motivadas por la ley, celosos del justo medio, pues esto es lo
mejor, de puesta la rudeza e incultura de la mente y, al mismo tiempo, muy lejos
de la idea de despreciar a los otros; convenientemente preparados para conservar,
escuchar y responder a cada cosa; todos observaban este comportamiento y más bien
querían aventajar el uno al otro en su conducta, dignos todos de un jefe tan
valeroso. 123 Se podía vislumbrar cómo amaban a Eleazar en el desgarrón que les
producía la separación, y lo mismo aquél con relación a ellos. Aparte de haber escrito
sobre su devolución, hizo muchas recomendaciones a Andrés exhortándonos a que por nuestra parte
correspondiésemos lo mejor que pudiéramos. 124 Aunque le prometimos que nos cuidaríamos
mucho de ellos, dijo que estaba muy preocupado, pues sabía que lo que más estimaba
el rey, tan amante del bien, era hacer venir, de donde quiera que se le nombrara
a cualquier hombre que sobresaliera por encima de los demás en formación y cordura.
125 Y supe que solía decir con mucho acierto que, si estuviera rodeado de hombres
justos y cuerdos, conseguiría la mejor defensa para su reino, y a que sus
favoritos le aconsejarían con franqueza y según sus intereses: cualidades que poseían
los enviados de Eleazar. 126 y aseguró con juramentos que no dejaría marchara
tales hombres si le impulsara a despacharlos cualquier otro interés personal
fuera del común beneficio de todos los ciudadanos, 127 pues vivir honestamente consistía
en guardar los preceptos, y que esto se cumplía mucho mejor por la audición que
por la lectura. Así que con estos propósitos y otros parecidos era patente la
disposición que tenía para con ellos.
V.
Eleazar hace una apología de la ley
Excelencias
del legislador
128 Vale la pena mencionar brevemente la explicación
que dio a nuestros interrogantes, pues me parece que la mayoría de la gente
tiene cierta curiosidad por los preceptos de la ley: lo relativo a las comidas,
bebidas y los animalejos que se consideran impuros. 129 Al preguntarle por qué,
siendo una la creación, unos se consideran impuros para la comida y otros
incluso para el contacto -puesto que la ley es estricta en su mayor parte, pero
en esto por partida doble, inició su respuesta de la siguiente forma: 130 «Ves,
dijo, el influjo que ejercen los estilos de vida y los contactos, puesto que los
hombres, juntándose con los malos, reciben hábitos malos y son miserables de por
vida; por el contrario, si conviven con sabios y cuerdos, desde la ignorancia
en que estaban, reforman su estilo de vida. 131 Así que nuestro legislador dio,
en primer lugar, las prescripciones relativas a la piedad y la justicia,
enseñando todos los por menores de éstas no sólo mediante prohibiciones, sino
con mandatos; e indicó los daños y los castigos que Dios enviaba a los
culpables. 132 En primerísimo lugar enseñó que Dios es uno y que su fuerza se
manifiesta a través de todas las cosas, ya que todo lugar está lleno de su
poder y no se le oculta nada de lo que hacen los hombres a escondidas en la tierra,
sino que le es patente todo lo que hacemos y lo que va a suceder. 133 Una vez
sentada esta premisa con exactitud y puesta en claro, mostró que, aunque se nos
ocurriera realizar algo malo, no se le ocultaría, y mucho menos si llegamos a realizarlo,
poniendo el énfasis en el poder de Dios a lo largo de toda la ley.
Contra
la idolatría
134 Después de anticipar estos principios mostró que
todos los demás hombres, fuera de nosotros, piensan que hay muchos dioses,
aunque sean ellos mucho más poderosos que aquellos a los que en vano adoran, 135
ya que fabrican efigies de piedra y madera y afirman que son imágenes de los
que han inventado algo útil para la vida, a las que veneran, aunque su carencia
de sensación está a la vista. 136 Así que es completamente absurdo que uno haya
de ser dios por los inventos, porque tomaron alguna de las cosas creadas, las
ensamblaron y lograron que parecieran servibles, pero no las produjeron ellos
mismos; 137 de ahí que sea vano y fútil deificar a tales hombres. En efecto,
incluso ahora hay muchos que han inventado más y son mucho más instruidos que
los de antaño, y a nadie se le ocurriría adorarlos. Piensan además que los que han
plasmado y fabricado esos mitos son los más sabios de los griegos. 138 y ¿qué vamos
a decir de los otros bobalicones, los egipcios y sus semejantes, que han puesto
su confianza en bichos—en su mayor parte reptiles y animalejos-y los veneran y les
sacrifican vivos y muertos?
Diversos
preceptos de la ley
139 A la vista de todas estas aberraciones, el
legislador, sabio como era y dispuesto por Dios para el conocimiento de todas
ellas, nos rodeó de un tupido seto y de murallas de hierro para que no nos
mezclemos lo más mínimo con ninguno de los otros pueblos, manteniéndonos santos
de cuerpo y alma, libres de opiniones vacías, adorando al único Dios poderoso antes
que al conjunto de la creación. 140 De ahí que los sacerdotes que están al frente
de los egipcios, que han profundizado en muchos problemas y se han metido en los
asuntos de la vida nos llamen «hombres de Dios», título que no se aplica a los demás,
que son hombres de comer, beber y vestir, sino a los que adoran al Dios
verdadero. 141 De hecho, toda su constitución se reduce a eso, mientras que en ninguno
de los nuestros cuentan tales cosas; al contrario, su alegato durante toda la
vida consiste en la soberanía de Dios. 142 De modo que, para que no nos desvíen
lo más mínimo los contactos impuros ni las conversaciones con gente ordinaria, nos
rodeó por todas partes de prescripciones santas relativas a los alimentos,
bebidas, contactos, oído y vista. 143 Generalmente hablando, todas las cosas
son iguales en cuanto a la razón natural y son regidas por una sola fuerza,
pero en particular hay una razón profunda para abstenerse de unas y para usar de
otras. Te lo voy a indicar echando mano, a modo de ejemplo, de alguna de ellas.
Animales
impuros
144 No me vengas con la idea ya superada de que Moisés
dio estas leyes por un interés morboso en los ratones, la comadreja y
animalejos semejantes. Todo está regulado con seriedad para la santa reflexión
y la configuración de las conductas por causa de la justicia. 145 Porque las aves
que usamos son todas domésticas y se distinguen por su pureza y se alimentan de
granos y legumbres, como las palomas, tórtolas, langostas, perdices y lo mismo los
gansos y todos los de su especie. 146 En cuanto a las aves prohibidas, te
encontrarás con animales salvajes y carnívoros que someten por la fuerza a los demás
y se alimentan consumiendo brutalmente a los domésticos que acabamos de mencionar;
y no para ahí la cosa, sino que echan la zarpa sobre los corderos y los
cabritos y atacan violentamente incluso a los hombres vivos y muertos.
Exégesis
alegórica de diversos preceptos
147 Por medio de esas prescripciones, el declararlas
impuras significó que aquellos para los que está puesta la ley deben usar la
justicia en su dominio interno y no oprimir ni quitar nada a nadie fiados de su propia fuerza, sino
dirigir desde la justicia los asuntos de la vida al igual que los animales
domésticos de entre los susodichos volátiles se alimentan de legumbres y no
oprimiendo destruyendo a los de su especie. 148 Así que, por, medio de ellos,
el1egls1ador dio a entender a los inteligentes que había que ser justo y no
realizar nada por la fuerza ni oprimir a los otros basándose en el propio
poder. 149 Porque donde no convenía ni siquiera tocar los objetos a los que
hemos aludido, por la condición particular de cada uno de ellos, ¿cómo no habrá
que cuidar por todos los medios para que las costumbres no lleguen a tal
extremo de desintegración? 150 Todo lo que se nos permite sobre estos objetos y
sobre el ganado está determinado metafóricamente. Por ejemplo, «tener la pata ungulada»
y la «pezuña hendida» significa discernir cada una de nuestras acciones
orientándolas hacia el bien, 151 puesto que la fuerza de todo el cuerpo, con los
resortes de la acción, se apoya sobre los hombros y las piernas, de forma que nos
obliga a realizarlo todo con discernimiento en orden a la justicia a través de estos
signos; es más, porque diferimos de los otros hombres. 152 La mayoría de los
hombres se manchan al relacionarse entre sí y cometen una gran injusticia;
regiones y ciudades enteras se enorgullecen de ello. No sólo se unen varones
entre sí, sino que manchan a las que les engendraron e incluso a sus hijas. Pero
nosotros nos mantenemos apartados de esas aberraciones. 153 Al que tiene esta clase
de discernimiento que acabamos de mencionar se le designa como poseedor de memoria;
puesto que todo el que tiene «patas unguladas» y «rumia», para los
inteligentes, expresa claramente la cualidad de la memoria. 154 En efecto, rumiar
no es otra cosa que evocar la vida y su sustento, pues la vida se mantiene, según
piensan algunos por el alimento. 155 Por eso insiste también a través de la
Escritura el que así dice: «Te acordarás mucho del Señor que hizo en ti cosas
grandes y maravillosas». Bien pensado, se muestran «grandes» y «gloriosas». Y, ante
todo, la ensambladura del cuerpo, la distribución del alimento y la diferencia de cada miembro. 156 Y mucho más
la perfecta armonía de los sentidos, la energía y movimiento invisible de la
mente, la agudeza de sus intervenciones en cada detalle y la invención de las
técnicas implican unas posibilidades ilimitadas. 157 Por eso recomienda hacer memoria
de cómo se conservan los susodichos bienes con la disposición y el poder divinos,
pues fijó toda clase de tiempo y lugar para acordarse continuamente del Dios conservador
y dueño. 158 Por lo que toca a los alimentos y bebidas, manda ofrecer en primer
lugar las primicias y sólo después servirse de ellos. Incluso en los vestidos
nos proporcionó una señal para acordarnos de él; y también nos ordenó colocar
los «oráculos» junto a las entradas y puertas para que sirvieran de
recordatorio de Dios. 159 Así mismo nos manda expresamente «atar la señal a los
brazos» indicando que conviene llevar a cabo cualquier acción con justicia,
teniendo en cuenta nuestra constitución y sobre todo el temor de Dios. 160 También
ordena que, «al acostarnos y levantarnos», meditemos en las disposiciones divinas
no sólo de palabra, sino observando con la inteligencia su mutación e impresión
cuando nos dormimos. Y el despertar, ¡qué divinos e incomprensibles estos cambios
de estado!
161 Te he indicado las excelencias y buenas razones
en torno al discernimiento y la memoria conforme expusimos lo de la «pezuña hendida»
y el «rumiar»: no está regulado en forma genérica ni por capricho, sino
atendiendo a la verdad y a la expresión de la recta razón. 162 Al reglamentar
todo lo relativo a los alimentos, las bebidas y la normativa de los contactos,
ordena no hacer ni oír nada al azar ni aprovechar el dominio de la palabra para
volverse injustos. 163 Y en lo de los animalejos se descubre la misma norma, pues
también el comportamiento de la comadreja, de los ratones y de todos los de su
calaña que han sido registrados es maléfico.164 En efecto, los ratones manchan
y dañan todo no sólo para alimentarse, sino hasta el punto de que hacen completamente
inservible para el hombre cualquier cosa que comienzan a estropear. 165 Y la
especie de la comadreja es singular, pues aparte de lo dicho antes, tiene una propiedad
que impurifica: concibe por las orejas y pare por la boca. 166 De ahí que un comportamiento
similar en los hombres sea impuro; pues todo lo que reciben por el oído lo dan a
luz con la palabra y envuelven a otros en males; cometen una impureza fuera de lo
común, manchándose por completo con la mancha de la impiedad. Bien hace vuestro
rey en acabar con ellos, como hemos sabido».
Finalidad
de la ley
167 Y yo intervine: «Creo que te refieres a los
delatores, puesto que no para de someterlos a torturas y a dolores mortales». Y
él: «Sí, a éstos me refiero porque es una impiedad estar al acecho para destruir
a los hombres, 168 y nuestra ley nos ordena no hacer daño a nadie ni de palabra
ni de obra. Así, pues, por lo que respecta a los preceptos te he hecho ver, en cuanto
se puede brevemente exponer, que todo está regulado con vistas a la justicia y que
no hay nada fijado al azar por la Escritura o en forma de mitos, sino encaminado
a que en toda nuestra vida y acciones practiquemos la justicia con todos los
hombres acordándonos del Dios soberano. 169 Todo el razonamiento de los
alimentos, de los reptiles impuros y de los animalejos va encaminado a la
justicia y a un comportamiento equitativo con los hombres». 170 A mi juicio,
hizo una excelente defensa de cada punto, y decía, a propósito de los terneros,
carneros y cabritos que se ofrecían, que convenía coger los mansos de las
manadas y rebaños para sacrificarlos, y ninguno salvaje, para que los que ofrecen
los sacrificios no sean cómplices de la más mínima arrogancia conforme a la
indicación del que lo prescribió: el que ofrece el sacrificio lo hará con toda
la disposición de su alma. 171 Así que, en mi opinión, merecía ser contada su
conversación sobre estas materias. Por eso, Filócrates, he terminado por
explicarte la santidad y el sentido natural de la ley, por el deseo que tienes
de aprender.
VI.
Recepción en Alejandría
172 Eleazar, después de ofrecer un sacrificio,
elegir a los hombres y preparar muchos regalos para el rey, nos despachó con numerosa
escolta. 173 Cuando llegamos a Alejandría, anunciaron al rey nuestra llegada.
Una vez introducidos en la corte, Andrés y yo saludamos muy efusivamente al rey
y le entregamos las cartas de parte de Eleazar. 174 Le intereso muchísimo la
entrevista con los hombres enviados y ordeno desalojar al resto de los
funcionarios y llamar a ellos. 175 A todos les pareció extraño –pues era costumbre
que los que llegaban para una audiencia entraran a los cinco días a entrevistarse
con el rey, mientras que los enviados de los reyes o ciudades destacadas difícilmente
comparecían en la corte en el espacio de treinta días; pero a los que acababan de
llegar los creyó dignos de un honor mayor, valorando la excelencia del que los
enviaba. Despachó a los que, a su juicio, sobraban y esperó paseando hasta poder
saludarlos cuando se presentaron. 176 Se acercaron con los regalos que traían y
con excelentes pergaminos en los que estaba escrita la ley con letras de oro en
caracteres judíos. La membrana estaba maravillosamente trabajada y preparada con
las junturas imperceptibles entre una y otra pieza. En cuanto el rey vio a los
hombres, les preguntó por los libros. 177 Cuando los sacaron de sus rollos y desplegaron
los pergaminos, se detuvo largo tiempo y prosternándose unas siete veces dijo:
Muchas gracias a vosotros, varones, pero más al que os envía y, por encima de todo,
a Dios, de quien son estos oráculos». 178 Todos, unánimes, respondieron a una
sola voz, los recién llegados y los asistentes: «¡Bien por el rey!».
Desbordando de alegría, se le saltaron las lágrimas, pues la tensión interior y
el desmesurado honor obligan a llorar en los éxitos. 179 Mandó que pusieran en orden
los rollos, y en este preciso momento saludó a aquellos hombres con estas
palabras: «Justo era, piadosos varones, el rendir primero homenaje a aquellos por
cuya causa os hice venir y tenderos después la mano. Este fue el principal motivo
de que procediera así. 180 Tengo por un gran día éste en el que os habéis presentado;
y todos los años será señalado durante todo el tiempo de nuestra vida, pues
casualmente ha coincidido con nuestra victoria naval contra Antígono. Por eso
tendré mucho gusto en celebrar hoy un banquete con vosotros. 181 Todo, dijo, está
dispuesto conforme a vuestros usos para vosotros y para mí, que os vaya acompañar».
Cuando ellos le expresaron su satisfacción, ordenó que les dieran las mejores habitaciones
cerca de la ciudadela y que prepararan lo necesario para el banquete. 182 El senescal
supremo, Nicanor, hizo llamar a Doroteo, que estaba a cargo de ellos, y le
ordenó que tuviera todo listo para cada uno, pues así lo había fijado el rey,
cosa que todavía permanece y se puede observar ahora: según las ciudades que hay
con costumbres peculiares en lo relativo a bebidas, comidas y divanes, otros tantos
eran los que estaban al frente de los empleados y, según las costumbres, así se
hacían los preparativos, cuando se presentaban ante los reyes para que, no
molestándoles lo más mínimo, pasaran contentos la estancia. Lo mismo ocurrió
con éstos. 183 Doroteo, el encargado de ellos, era el hombre más solícito.
Desplegó todo el ajuar de que disponía, reservado para esta clase de recepciones,
dividió los divanes en dos filas, como había ordenado el rey. Dispuso que la
mitad de ellos se instalara a su derecha y el resto detrás de su diván, sin
omitir ningún detalle para honrarlos. 184 Cuando se recostaron, ordenó el rey a
Doroteo que precediera conforme a los usos de los que habían llegado hasta él
desde Judea. De ahí que, dejando de lado a los heraldos sagrados, a los
sacrificadores y a los otros encargados, conforme a su costumbre de hacer las
oraciones, invitó a Eliseo, el más anciano de los sacerdotes que habían venido con
nosotros, a que iniciara la oración. Se puso en pie y dijo estas memorables palabras:
185 «Que el Dios todopoderoso te colme, oh rey, de
todos los bienes que ha creado, y te garantice a ti, a tu mujer. e hijos y a
cuantos tienen tus mismos sentimientos todos los bienes sin fallar por todo el
tiempo de tu vida». 186 Al decir esto, estalló un aplauso con gritos de júbilo y
una alegría exultante por bastante tiempo. Entonces pasaron a disfrutar de los
manjares preparados. Todas las funciones las desempeñaba la administración de Doroteo,
que contaba también con pajes reales y favoritos del monarca.
VII.
El banquete
Día
primero
187 Cuando llegó la ocasión, después de una pausa, preguntó
al que ocupaba el primer diván –se habían colocado por edad- cómo podría mantener
su reino incólume hasta el final. 188 El se tomó un breve respiro y contestó:
«La mejor manera para acertar es imitar la constante equidad de Dios. Si eres
magnánimo y castigas a los culpables con mayor indulgencia de la que merecen, terminas
por apartarlos del mal y encaminarlos al arrepentimiento». 189 El rey lo alabó
y preguntó al siguiente cómo debería proceder en cada una de sus acciones. El respondió
que actuaría bien en cada momento si guardaba la justicia para con todos y se
percataba de que cualquier pensamiento es transparente para Dios: «Tomando como
punto de partida el temor de Dios, no erraras en lo más mínimo». 190 Acogió muy
bien la respuesta y preguntó al otro de qué forma mantendría a sus amigos
adictos a él. Y aquél respondió: «Si te ven muy solícito con los pueblos que
gobiernas. Y esto lo conseguirás si consideras cómo Dios favorece al género humano;
él es quien les proporciona en todo momento salud, alimento y todo lo demás». 191
Volvió a asentir y preguntó al de turno cómo podría obtener buena fama en sus audiencias
y decisiones, incluso de los que se hallasen ausentes. Y el contestó: «Si te
portas por igual con todos de palabra y no realizas nada por orgullo o
alardeando de tu fuerza contra los que cometen faltas. 192 Esto lo conseguirás si
atiendes a la forma como Dios lo ha dispuesto: conceder a los dignos el
cumplimiento de sus peticiones, y a los que no lo alcanzan indicarles mediante sueños
o por medio de acontecimientos qué les puede ser perjudicial; Dios no los
castiga según sus pecados o conforme a la grandiosidad de su fuerza, sino con
indulgencia».
193 Aceptó también esta respuesta e interrogó al
siguiente de qué manera sería invencible en las campañas militares. El respondió
que no poniendo la confianza en los batallones ni en los ejércitos, sino
invocando en todo momento a Dios, que todo lo resuelve con justicia para que le
hiciera triunfar en sus ataques. 194 También asintió en esto y preguntó al otro
cómo podría ser temible para sus enemigos. Este contestó que si, al servirse de
enormes dispositivos militares, se convencía de que a la larga eso era inútil en
orden a realizar algo definitivo; porque también Dios, al admitir demoras y poner
de manifiesto los efectos de su poderío, instala el temor en todos los corazones.
195 Lo aprobó y preguntó al siguiente qué sería lo mejor para la vida. Aquél contestó:
«Conocer que Dios es señor de todas las cosas y que en las más bellas gestas no
somos nosotros los que llevamos adelante lo que queremos, sino que es Dios quien
perfecciona los proyectos de todos y los dirige con plenos poderes». 196 También
aquí insistió en que había hablado bien y preguntó al otro de qué forma
conservaría intactos todos sus bienes y podría transmitir al final el mismo patrimonio
a sus descendientes. El contestó que si pedía de continuo a Dios acertaren lo que
iba a emprender y exhortaba a sus descendientes a no dejarse deslumbrar por la
gloria ni por la riqueza, pues es Dios quien concede estos aciertos y nadie
destaca por encima de los demás gracias a sus propios méritos. 197 Asintió el rey
e inquirió del siguiente de qué manera podría soportar los acontecimientos con equilibrio.
Aquél replicó: «Si aceptas el supuesto de que Dios hizo a todos los hombres para
participar de los mayores males tanto como de los bienes y que no es posible,
siendo hombre, permanecer incontaminado; pero Dios otorga la fortaleza de ánimo:
no hay más que suplicarle». 198 Entusiasmado también por esta idea insistió en que
todos atinaban en sus respuestas. «Cuando interrogue a otro más haremos una pausa
de momento para dedicarnos a disfrutar y pasarlo bien. En los seis días que
quedan aprenderé todavía más de los restantes». 199 A continuación preguntó al de
turno cuál era el colmo del valor. Y él contestó: «Realizar conforme nos hemos
propuesto lo que queremos ordenadamente en las gestas peligrosas; pero Dios ha
consumado todas las cosas en provecho tuyo, oh rey, pues tienes buenos
sentimientos». 200 Todos asintieron de palabra, expresándolo con un aplauso, y el
rey dijo a los filósofos –pues no había pocos entre ellos-: «Creo que estos hombres
destacan por su virtud y son de una inteligencia superior, puesto que,
planteadas de improviso tales preguntas, responden de la mejor manera, iniciando
todos desde Dios el principio de su respuesta».
201 Y Menedemo, el filósofo de Eritrea, dijo: «De
acuerdo, rey: puesto que todo se rige por una providencia y se supone con razón
que el hombre es criatura de Dios, se deduce que todo poder y belleza en la palabra
procede de Dios». 202 El rey hizo un gesto de aprobación; interrumpieron el diálogo
y pasaron a disfrutar. A la caída de la tarde se disolvió el simposio.
Día
segundo
203 Al día siguiente continuó por el mismo orden el acto
del reclinarse y el simposio. Cuando le pareció al rey que había llegado el
momento oportuno para proponer algunas cuestiones a los varones, comenzó a preguntara
los que estaban a continuación de los que habían respondido el día primero. 204
Inició el debate por el undécimo, pues eran diez los interrogados el primer día.
Cuando se hizo el silencio, preguntó de qué manera podría permanecer rico. 205
Tras un breve intervalo contestó el que había recibido la pregunta que si no hacía
nada indigno del gobierno, ni abusaba, ni dilapidaba en frivolidades, antes al contrario,
captaba la simpatía de sus súbditos a base de beneficencia, puesto que Dios es la
causa de los bienes para todos y hay que secundarle.
206 Alabó el rey a éste y preguntó a otro de qué manera
mantendría la verdad. A esto respondió aquél: «Percatándote de que la mentira comporta
una gran vergüenza para todos los hombres, pero mucho más para los reyes, pues si
tienen potestad para hacerlo que quieran, ¿por qué van a mentir? Y conviene que
te convenzas, rey, de que Dios es amante
de la verdad». 207 Acogió muy bien a éste y, dirigiéndose a otro, dijo: «¿Qué es
lo que enseña la sabiduría?». El contestó: «De la misma manera que no quieres
que los males estén junto a ti, sino participar de toda clase de bienes, enseña
a hacer lo mismo con tus súbditos y con los delincuentes, a amonestar con mayor
suavidad a los hombres honrados e instruidos, y a que también Dios conduce a todos
los hombres con suavidad».
208 Lo felicitó y preguntó al siguiente cómo podría ser
humanitario. Y aquél respondió: «Si ponderas cuánto tiempo y sufrimientos se
precisa para que el hombre nazca y se desarrolle; de ahí que no se le debe castigar
con facilidad ni rodear de torturas, conscientes de que la vida del hombre está
amasada de dolores y castigos. Así que, teniendo en cuenta estas consideraciones,
te harás misericordioso, pues también Dios es misericordioso». 209 Lo aprobó y preguntó
al siguiente: «¿Cuál es la cualidad más necesaria para reinar?». «Mantenerse, dijo,
libre de corrupción y ser sobrio la mayor parte de la vida, preferir la
justicia y hacerse amigos de los que la ponen por delante, que también Dios es
amigo de la justicia». 210 Manifestó a si mismo su aprobación a éste y preguntó
a otro en qué consistía la piedad. Y respondió: «En caer en la cuenta de que Dios
está operando de continuo en todas las cosas, las conoce y no se le oculta nada
injusto o malo que haga o lleve a cabo el hombre. Pues de la misma manera que Dios
beneficia al mundo entero, tú, si lo imitas, serás perfecto».
211 Lo aceptó y dijo al otro: «¿Cuál es la
definición de reinar?». El respondió: «Ser muy dueño de sí mismo y no codiciar nada
pretencioso ni indigno arrastrado por la riqueza y la gloria, si te paras a
pensarlo; pues tienes todo lo que necesitas. Dios no carece de nada y es bondadoso.
Tú piensa como un hombre y no desees muchas cosas, sino las suficientes para
reinar». 212 Lo celebró y preguntó a otro de qué manera podría tener los más nobles
pensamientos. Y éste contestó que si tenía delante de continuo la justicia en todo
y consideraba la injusticia como una privación de la vida; puesto que también
Dios constantemente augura los mayores bienes a los justos. 213 Lo felicitó y preguntó
al siguiente cómo podría permanecer sereno en los sueños. Y él contestó: «Has
planteado una cuestión difícil de solucionar, ya que en materia del sueño no podemos
controlarnos, si no que andamos de acá para allá. a merced de las sensaciones irracionales
en este ámbito, 214 pues sentimos en el alma las cosas que ocurren como si las
viésemos; pero nos falta razón cuando creemos que circulamos por el mar, que navegamos
o que volamos transportados, cruzamos a otros lugares y cosas por el estilo. No
obstante, creemos que tienen consistencia. 215 Pero, en cuanto es aprehensible,
ésta es mi conclusión: por todos los medios, rey, debes orientar tus palabras y
tus obras hacia la piedad, para que seas consciente de que, observando lo relativo
a la virtud, no escoges hacer el bien contra la razón ni quebrantas la justicia
al ejercitar el poder. 216 La mayoría de las veces la mente da vueltas en el sueño
a los mismos asuntos que le ocupaban a uno en la vigilia. Pero Dios encauza
cualquier pensamiento y acción que se orienta a los mejores fines, ya estemos despiertos
o dormidos. Por eso en torno a ti siempre hay estabilidad». 217 Después de mostrarle
su acuerdo dijo al otro: «Puesto que te toca responder en décimo lugar, en cuanto
des tu opinión, pasaremos a comer». Y preguntó: «¿Cómo podríamos no hacer nada indigno
de nosotros mismos?». 218 Y él respondió: «Fíjate siempre en tu gloria y excelencia,
para que hables y pienses en consecuencia, convencido de que todos tus súbditos
están pensando en ti y hablando de ti, 219 ya que no debes parecer el peor de los
actores; ellos realizan todas sus acciones teniendo delante y siguiendo al
personaje que tienen que representar, pero tú no tienes que representar, sino
que eres rey de verdad por haberte dado Dios la hegemonía de acuerdo con tus
cualidades». 220 Cuando el rey terminó
de aplaudir complacido y calurosamente durante largo tiempo, los invitaron a irse
a dormir. En cuanto interrumpieron el debate, se pusieron a preparar el siguiente
simposio.
Día
tercero
221 Al día siguiente y una vez situados en los
mismos puestos, cuando el rey creyó que era el momento de obtener información
de aquellos varones, preguntó al primero de los que quedaban para la siguiente ronda
de cuestiones: «¿Cuál es el poder más fuerte?». 222 Y aquél respondió: «Dominarse a sí mismo
y no dejarse llevar por los impulsos, ya que es natural que todos los hombres se
inclinen a algo. 223 Por ejemplo, la mayoría se inclina a la bebida, comida y placeres,
pero los reyes a la posesión del territorio, según sea la magnitud de su
esplendor. A parte de que en todas las cosas la mesura es buena. Lo que Dios te
concede tómalo y mantenlo, pero no codicies metas inalcanzables».
224 Muy complacido por lo dicho, preguntó al que tenía
la vez de qué forma estaría protegido de la envidia. Y aquél respondió tras un intervalo
de tiempo: «Ante todo, si consideras que es Dios quien reparte a todos los
reyes el honor y todo el cúmulo de riquezas, y que nadie es rey por sí mismo. Todos
quieren participar de la misma gloria, pero no pueden, pues es un don de Dios».
225 Lo cubrió de alabanzas y preguntó al otro cómo podría despreciar a sus
enemigos. El contestó: «Cuando has sido benévolo y te has hecho amigo de todos los
hombres, no deberías preocuparte por nadie. Encontrar acogida entre todos los hombres
equivale a haber recibido el mayor regalo de Dios». 226 Ponderó también estas palabras
y exhortó al siguiente a que respondiera a la pregunta de cómo podría conservar
su buena fama. Y contestó: «Si con tus favores y con tu disposición eres
liberal y magnánimo para con los otros, nunca te faltará estima. Invoca de continuo
a Dios para que te conserve los citados bienes». 227 Aprobó a éste y preguntó a
otro con quién tenía que ser generoso. Y contestó: «Todo el mundo piensa que
hay que serlo con aquellos que se comportan como amigos; pero yo creo que hay
que tener una generosa liberalidad con los que disienten de nosotros para
conducirles por este medio hacia lo que les conviene e interesa. Hay que
suplicar a Dios que se cumpla esto, pues él es el dueño de todos los corazones».
228 Reiteró su aprobación e invitó al sexto a que diera su opinión interrogándole
a quiénes tenía que favorecer. Aquél respondió: «A los padres siempre, puesto
que Dios ha hecho de la honra a los padres un mandamiento muy grande, Pero a
continuación aprueba la relación con los amigos, calificando al amigo de igual
que uno mismo. Y tú haces bien en entablar amistad con todos los hombres». 229
Animó también a éste y preguntó al siguiente qué había comparable a la belleza.
Y respondió: «La piedad, pues es una especie de belleza suprema. Pero su fuerza
reside en el amor, ya que éste es don de Dios. Tú lo posees y con él abarcas
todos los bienes». 230 Aplaudió muy satisfecho y preguntó al otro cómo podría
recobrar la misma fama después de un fracaso. El contestó: «Es imposible que
fracases, pues has repartido a toda la gente favores que engendran la
benevolencia, la cual vence a las peores armas y reporta la seguridad más
completa. 231 Pero, si alguien fracasa, no debe repetir las acciones que le
llevaron al fracaso, sino practicar la justicia para ganarse la amistad. Con
todo, hacer el bien, y no al revés, es un don de Dios». 232 Encantado con estas
palabras, preguntó a otro de qué forma podría estar alegre. Y él respondió: «Si
no haces daño a nadie, eres útil a todos y sigues la justicia. Pues los frutos
que de ella proceden libran de la tristeza. 233 Pero hay que 'pedir a Dios que
no nos dañen los males imprevistos, como la muerte, la enfermedad, los
disgustos y cosas por el estilo. Pero nada de esto tendría por qué alcanzarte,
piadoso como eres». 234 Lo puso por las nubes y preguntó al décimo cuál era el
colmo de la gloria. Y él respondió: «Honrar a Dios; y esto no con ofrendas ni
sacrificios, sino con la pureza del alma y con la honesta persuasión de que
Dios conforma todas las cosas y las dirige según su voluntad. Este es tu
parecer constante, como todos pueden percibir a partir de lo que has realizado
y realizas».
235 Levantando la voz, los saludó a todos y los
felicitó con el asentimiento de todos los presentes, y en particular de los
filósofos, ya que tanto por su formación como por sus razonamientos estaban muy
por encima de ellos al poner a Dios como punto de partida de todo. A continuación,
el rey se adelantó a brindar de muy buen humor.
Día
cuarto
236 Al día siguiente se mantuvo el mismo orden en el
banquete y, cuando le llegó al rey el momento oportuno, interrogó a los que
venían a continuación de los que ya habían respondido. Preguntó al primero si
se podía enseñar la cordura. El contesto: «El alma, mediante el poder divino,
tiene una disposición para recibir todo lo bueno y para rechazar su contrario».
237 Convencido, preguntó al que le tocaba qué era lo que más favorecía la
salud. Y aquél replicó: «La cordura. Pero ésta no se logra si Dios no dispone
el corazón para ello». 238 Lo felicitó y preguntó a otro de qué manera podría
ser agradecido con sus padres tal como se merecían. El respondió: «Si no les
causas ninguna tristeza. Pero esto es imposible si Dios no se erige en guía del
corazón para los mejores fines».
239 Le hizo una señal de aprobación y preguntó al
siguiente cómo conseguiría que le gustara escuchar. Aquél ¡respondió: «Si te
persuades que interesa saberlo todo para que, escogiendo alguna de las cosas
que has oído en una eventualidad y aplicándola a las dificultades del momento,
puedas hacerles frente siempre que Dios te lleve la mano; es decir, que la
realización de nuestras acciones depende de él». 240 Lo alabó e interrogó al
otro de qué manera no haría nada contra la ley. A esto respondió: «Si te
persuades que Dios concedió las ideas a los legisladores para salvar las vidas
de los hombres, obrarás de acuerdo con ellas». 241 Lo acogió calurosamente y
preguntó al otro para qué servían los parientes. El declaró: «Si pensamos que
venimos a menos con los que están fracasados y sufrimos con ellos, se pone de
manifiesto la fuerza que tiene el parentesco. 242 Si actuamos así, aumentará la
estima que tienen de nosotros, pues el apoyo prestado de buen grado es por sí
mismo indisoluble en cualquier circunstancia. Mas en el caso de prosperidad no
debemos desear nada de aquéllos, sino que hemos de suplicar a Dios que les
conceda toda clase de bienes».
243 Lo acogió de maravilla, lo mismo que a los
demás, y preguntó a otro cómo se perdía el miedo. Este replicó: «Si tienes
conciencia de no haber hecho nada malo, toda vez que Dios nos encamina a desear
en todo el bien». 244 Lo felicitó y preguntó a otro cómo podría tener a mano la
palabra exacta. Y respondió que si se fijaba constantemente en las desgracias
de los hombres y caía en la cuenta de que es Dios quien retira la prosperidad,
mientras que se presta a conceder honores y gloria a otros. 245 También aceptó
de muy buen grado a éste e invitó al siguiente a responder de qué manera podría
evitar la frivolidad y los placeres. Y él: «Si tenía ante los ojos, dijo, que
mandaba sobre un reino fabuloso y era el jefe de un gran pueblo. Que no tenía
que atender a ninguna otra cosa sino ocuparse del cuidado de estos asuntos y de
pedir a Dios que no faltara a ninguno de sus deberes». 246 Después de felicitar
también a éste, preguntó al décimo cómo podría desenmascarar a los que
procedían con algún tipo de engaño para con él. A este respecto declaró que si
su modo de proceder era noble, si se mantenía buen orden en las recepciones,
consejos y en el restante comportamiento de los que le rodeaban y si no se
alargaban más de lo conveniente en cumplidos y en toda su conducta. 247 «Y Dios
dirigirá tu corazón, oh rey, hacia los mejores objetivos».
El rey aplaudió a todos y los felicitó nominalmente.
Los presentes hicieron lo mismo y pasaron a divertirse con cantos.
Día
quinto
248 Al día siguiente, aprovechando el momento
oportuno, preguntó al de turno cuál era el mayor fallo. Este replicó: «No
cuidarse de los niños ni dedicarse por todos los medios a educarlos, pues
constantemente suplicamos a Dios no tanto por nosotros mismos cuanto por
nuestra prole, para que tenga toda clase de bienes. Pero desear que los niños
sean cuerdos se consigue con el poder de Dios». 249 Declaró que había hablado
bien y preguntó a otro de qué forma podría amar a su país. «Si consideras,
dijo, que es bello vivir y morir en la propia tierra. Vivir en el extranjero
acarrea a los pobres desprecio y a los ricos deshonor en la idea de que han
sido expulsados por maldad. Así que, si favoreces a todos, tal como lo haces de
continuo, amas a tu país, ya que Dios te concede el favor para con todos».
250 Tras oír a éste, interrogó al siguiente cómo
podría vivir en armonía con su mujer. «Si tienes en cuenta, dijo, que la
condición femenina es impetuosa y enérgica para todo lo que se propone,
fácilmente mudable mediante sofismas y débil por naturaleza. Hay que tener
sentido común y no provocar la pendencia, 251 pues la vida anda bien dirigida
cuando el timonel sabe qué blanco hay que enfilar en la travesía. Pero con el
recurso a Dios también la vida se gobierna bajo todos sus aspectos». Asimismo
ponderó a éste y preguntó al siguiente cómo podría permanecer libre de error.
El respondió: «Si todo lo realizas con seriedad y reflexión y no das crédito a
las calumnias, sino que tú mismo compruebas las cosas que se dicen y con tu
decisión resuelves las peticiones. Si actúas de esta forma, juiciosamente,
dijo, podrás verte libre de errores, oh rey. Pero proponérselo y vivir conforme
a estos principios es obra del poder divino».
253 Encantado por estas palabras, preguntó a otro de
qué manera podría evitar la cólera. A esto respondió que «si se convencía de
que tenía poder sobre todas las cosas y se enfurecía, abría las puertas de la
muerte. Y que si quitaba la vida a muchos por el hecho de ser él el señor,
sería absurdo y lamentable, 254 ya que si todos eran sumisos y nadie se le
oponía, ¿por qué había de irritarse? Convenía saber que Dios gobernaba todo el
cosmos con benevolencia y libre de cualquier movimiento de cólera. Es
necesario, dijo, que tú le imites, oh rey». 255 Insistió en que éste había
respondido cabalmente y preguntó al siguiente: «¿Qué es el sano juicio?».
«Hacerlo todo bien, replicó, con reflexión, comparando la resolución con los
inconvenientes que se siguen de la opinión diferente, con el fin de que,
sopesando cada cosa, estemos bien aconsejados y se lleve a cabo nuestra
propuesta. Pero lo mejor es que, con el poder de Dios, cualquier deseo tuyo
será cumplido, puesto que practicas la piedad». 256 Dijo que también éste había
acertado al responder y preguntó a otro: «¿En qué consiste la filosofía?». «En
reflexionar bien, declaró, sobre cada uno de los acontecimientos y no dejarse
llevar por los impulsos, sino ponderar los daños que acarrean las pasiones y
hacer lo que conviene en cada momento manteniéndose en la moderación. Pero,
para prestar atención a esto, hay que dar culto a Dios».
257 Hizo patente su aprobación a éste y preguntó a
otro cómo podría encontrar acogida en el exilio. «Haciéndote igual a todos,
dijo, y apareciendo antes inferior que superior a aquellos con los que resides,
pues es propio de Dios acoger al que se humilla, de la misma manera que los
hombres tratan humanitariamente a los que se someten». 258 Hizo constar su
apoyo a estas palabras y preguntó a otro cómo podría permanecer para la
posteridad lo que hiciera construir. A esto replicó que «si levantaba
monumentos majestuosos y de gran escala de forma que los que los contemplasen
lo excusaran por su belleza; y si no pasaba por alto a ninguno de los que
habían contribuido a semejantes maravillas, ni obligaba a otros a contribuir
con lo necesario sin pagarlos. 259 Si consideraba cómo Dios mimaba a los
hombres proporcionándoles salud, sensaciones agradables y lo demás, también él
actuaría en consecuencia devolviendo de alguna manera una contrapartida a sus
sufrimientos, ya que lo que se hace desde la justicia es lo que permanece». 260 Insistió en que también éste se
había expresado correctamente y preguntó al décimo cuál era el fruto de la
sabiduría. El replicó: «No tener conciencia de haber hecho ningún mal y vivir
la vida con verdad, 261 pues de ahí viene una alegría muy grande y la
estabilidad del alma, gran rey. Pero ten buena esperanza en Dios, puesto que
ejerces el mando con piedad». Al oírlo, todos asintieron con un prolongado
aplauso. Acto seguido, el rey se dispuso a iniciar el brindis lleno de alegría.
Día
sexto
262 Al día siguiente, la disposición de los
pormenores del banquete fue la misma que antes y, llegado el momento, el rey
interrogó a los que quedaban. Al primero le preguntó de qué manera podría resistir al orgullo. 263 Y respondió
que «si mantenía la equidad y en todo momento tenía presente que era un hombre
y que estaba al frente de hombres. Dios derroca a los poderosos, pero ensalza a
los bondadosos y humildes». 264 Lo felicitó y preguntó al siguiente a quiénes
había que tomar por consejeros. «A los expertos, dijo, en los diversos
negocios, a los que mantenían una adhesión inquebrantable hacia él y a cuantos
compartían su modo de actuar. Dios se manifiesta a los que lo merecen para
tales fines». 265 Lo felicitó y preguntó a otro cuál era la cualidad más necesaria
para un ¡rey. «El humanismo y el amor a sus súbditos, respondió, ya que por
medio de ellos se forma un indisoluble vínculo de adhesión. Pero es Dios quien
consigue que esto sea así conforme a tus deseos».
266 Se deshizo en elogios y se informó de otro cuál
era el objetivo de la oratoria. Este respondió: «Convencer al contrincante
mostrando las desventajas por una serie ordenada de argumentos, pues captarás
al oyente si no te pones en contra, sino que utilizas el halago para convencerle,
ya que la persuasión se consigue con el influjo de Dios». 267 Le confirmó que
había estado en su punto y preguntó a otro cómo podría lograr la concordia
entre gente tan diversa como había en su reino: «Acomodándote, dijo, a lo que
conviene a cada uno, teniendo la justicia por guía tal como tú lo haces, porque
Dios te otorga buena discreción». 268 Muy satisfecho por esto, preguntó al otro
por qué cosas había que entristecerse. El respondió: «Por los reveses de los
amigos, cuando vemos que son duraderos e ineludibles. Mas para los muertos y
los que están al abrigo de los males, la razón no dicta la tristeza. No obstante,
todos los hombres se afligen porque piensan en sí mismos y en su propio
interés. Pero con el poder de Dios se consigue escapar de cualquier mal». 269
Dijo que era la respuesta precisa y preguntó a otro de qué manera se producía
el descrédito. Este contestó: «El deshonor y la pérdida de la fama se producen
cuando impera el orgullo y una obstinada osadía. Pero Dios es el dueño de toda
reputación y la inclina adonde quiere». 270 Le confirmó en su respuesta y
preguntó al siguiente de quiénes debería fiarse. «De los que conviven contigo
de buen grado y no por temor o por adulación y todo lo orientan para su
provecho. Lo primero es índice de amor; lo segundo de mala saña y oportunismo.
Y el que se lanza a medrar es un traidor nato. Pero tú los tienes a todos de tu
parte, porque Dios te otorga un buen consejo».
271 Le dijo que había respondido sabiamente y
preguntó a otro qué era lo que mantenía el reino. A esto replicó: «El cuidado
constante de que no se haga ningún mal a la población por parte de los que
están en los cargos; exactamente como tú haces, puesto que Dios te concede la
serena reflexión». 272 Animó a éste y preguntó a otro qué era lo que mantenía
el favor y el honor. El contestó: «La virtud, porque lleva a término buenas
obras, pero rechaza el mal, de la misma manera que tú mantienes un magnífico
comportamiento con todos y lo tienes como un don de Dios». 273 También acogió a
éste con extraordinaria complacencia y preguntó al undécimo —por exceder en dos
a los setenta— cómo podría mantener la tranquilidad del espíritu incluso en las
guerras. El manifestó: «Si consideras que no se ha hecho ningún mal a nadie de
tus súbditos, sino que todos luchan por defender los beneficios recibidos,
conscientes de que, aunque pierdan la vida, tú cuidarás de sus haciendas; 274
pues no dejas de sustentar a todos, ya que Dios te ha otorgado excelentes
sentimientos». Los acogió a todos calurosamente, expresándoselo con aplausos y
brindando un poco más por cada uno. Luego pasó a disfrutar departiendo con
ellos con euforia y mucha alegría.
Día
séptimo
275 El día séptimo, después de unos preparativos aún
mayores, se presentaron otros más de las ciudades —pues había muchos embajadores—;
llegado el momento, preguntó el rey al primero de los que quedaban por
interrogar de qué manera podría evitar ser engañado. 276 Este contestó: «Si
pones a prueba al que habla, lo que dice, por qué lo dice y le preguntas las
mismas cosas mucho tiempo y de diversas formas. Pero ser perspicaz y poder
enjuiciar cada cosa es un don estupendo de Dios, como el que tú posees, oh
rey». 277 Aplaudió el rey en señal
de aprobación y preguntó a otro por qué la mayoría de los hombres no presta
acogida a la virtud. «Porque todos, dijo, son de un natural intemperante e
inclinados a los placeres, por cuya causa se produce la injusticia y el fluir
de la acaparación. 274 El hábito de la virtud frena a los que tienden a ser
dominados por el placer y exhorta a preferir la temperancia y la justicia. Pero
Dios es quien dirige todas las cosas». 279 Le dijo el rey que había respondido
bien y preguntó al siguiente a quiénes debían obedecer los reyes. El contestó:
«A las leyes, para que al practicar la justicia recobren las vidas de los
hombres; al igual que tú, al practicarla, te has erigido en memorial
imperecedero siguiendo un precepto divino».
280 Dijo que también éste había hablado bien y
preguntó al que tenía la vez a quiénes había que poner de gobernadores. El
contestó: «A cuantos odian el mal y, a imitación suya, practican la justicia
para que siempre tengan buena reputación; como tú haces, gran rey, dijo, pues
Dios te ha otorgado la corona de la justicia». 281 Lo felicitó en alta voz y
fijándose en el de turno le preguntó a quiénes tenía que poner al frente de las
fuerzas armadas. El declaró: «A los que se distinguen por su valor y justicia y
prefieren mucho más salvar a sus hombres que vencer, arriesgando sus vidas
temerariamente; pues así como Dios hace el bien a todos, también tú, a
imitación suya, haces el bien a tus súbditos». 282 Le dijo que había respondido
bien y preguntó a otro qué clase de hombres valía la pena admirar. El contestó:
«Al que está colmado de gloria, riqueza y poder y se considera igual a los
demás, como haces tú, y por eso mereces admiración, pues Dios te concedió el
cuidar estas actitudes». Asintió también a esto y preguntó al otro en qué clase
de negocios deben pasar los reyes la mayoría de su tiempo. El respondió:
«Tienen que pasarlo en la lectura y en las narraciones de viajes, que están
redactadas para los reyes, con el fin de que mejoren las existencias de los
hombres. Lo que tú haces, y por ello has adquirido una gloria inasequible a
otros, pues Dios te consuma tus proyectos». 284 Lo felicitó insistentemente y
preguntó a otro cómo tendría que comportarse en los momentos de ocio y en las
diversiones. El respondió: «Es útil y conveniente para la vida ver los juegos
que se realizan con decoro, y contemplar las escenas de la vida que se
representan con dignidad y decencia. Pues también en eso hay cierta
instrucción, 285 ya que muchas veces, incluso de las cosas que parecen
pequeñas, se desprende alguna enseñanza que vale la pena. Pero tú estás ducho
en toda clase de moderación, apareces como filósofo en tus acciones y eres
estimado por Dios a causa de tu noble comportamiento». 286 Muy complacido con
lo que se acababa de decir, preguntó al noveno cómo había que comportarse en
los banquetes. El respondió: «Invitando a los estudiosos y a los que son
capaces de sugerir iniciativas útiles para el reino y para las vidas de los
súbditos: imposible encontrar música más armoniosa que ésta. 287 Pues éstos son
los que Dios ama y tienen sus mentes instruidas para los mejores fines,
precisamente como haces tú, ya que todas tus acciones están dirigidas por
Dios».
288 Halagado por estas palabras, preguntó al
siguiente qué era lo mejor para el pueblo: tener por rey a uno cualquiera o a
uno de sangre azul. Aquél respondió: «El de mejores cualidades naturales, 289
pues hay reyes de sangre azul que son inhumanos y duros con los súbditos; peor
aún, incluso algunos de los hombres ordinarios que sintieron en sus carnes la
desdicha y participaron de la miseria, cuando tienen el mando sobre los demás
se vuelven más crueles que los peores tiranos. 290 Así que, como digo, un buen
carácter que se ha familiarizado con la cultura es apto para mandar. Este es tu
caso, gran rey, que te fijas no tanto en la gloria y la riqueza del mundo cuanto
en la bondad y el humanismo, en los que has aventajado a todos los hombres, ya
que Dios te ha otorgado estas cualidades». 291 También a éste lo alabó durante
mucho tiempo y preguntó al último de todos cuál era lo mejor de su reino. A lo
que replicó: «Tener siempre en paz a los súbditos y conseguir una justicia
rápida en los juicios. 292 Esto es cosa del soberano si es enemigo del mal y
amigo del bien, y da mucha importancia a salvar la vida humana. Como tú, que
tienes a la injusticia por el mal más grande y, ad¬ ministrando todas las cosas
con justicia, alcanzas una gloria imperecedera, pues Dios te concede tener unos
sentimientos santos sin mezcla de ningún mal».
293 Cuando éste dejó de hablar, estalló un aplauso
con aclamaciones de alegría durante mucho tiempo. En cuanto cesó, el rey tomó
una copa y brindó por todos los presentes y por los discursos pronunciados.
Como resumen, dijo: «Con vuestra venida me han llegado los mayores bienes. 294
Me habéis hecho un gran favor al exponerme vuestras enseñanzas para reinar».
Ordenó que se dieran a cada uno tres talentos de plata y señaló al esclavo
encargado de entregárselos. Todos a una prorrumpieron en aclamaciones; el
banquete fue todo alegría mientras el rey pasó a una diversión permanente.
VIII.
Actas de las audiencias reales
Fuentes
del simposio
295 Perdona, Filócrates, si me he sobrepasado con
estos pormenores. Es que concebí una admiración extraordinaria por estos
hombres, porque respondían inmediatamente a cuestiones que exigirían mucho
tiempo; 296 y cuando el interlocutor indagaba en cada uno de los detalles, iban
contestando uno tras otro sin interrupción, de modo que me parecieron dignos de
admiración a mí y a los presentes, pero sobre todo a los filósofos. Creo que a
todos los que tropiecen con este escrito les parecerá increíble. 297 Ahora
bien, no procede mentir en los asuntos que se pueden documentar. En estas
materias, aunque omitiera sólo alguna nimiedad, sería impío; de modo que, tal
como ocurrió, así lo hemos explicado, apartando cualquier error. Por eso he
intentado informarme, junto a los que ponen por escrito todos los detalles, de
lo que ocurre en las audiencias y en los banquetes del rey, aceptando el poder
de su palabra. 293 Pues es costumbre, como bien sabes, poner por escrito todo
lo que dice y hace el rey, desde que comienza sus audiencias hasta que se
acuesta, práctica buena y provechosa. 299 Y al día siguiente, antes de las
audiencias se da lectura a las actas y conversaciones del día anterior; y si
hay algo menos procedente, se corrige y rehace. 300 De modo que me informé
escrupulosamente de todo, como queda dicho, junto a los redactores de
documentos, y lo he puesto por escrito, convencido de la inquietud intelectual
que tienes por todo lo que puede ser útil.
IX.
Proclamación de la traducción
301 Al cabo de tres días, Demetrio los tomó y,
atravesando siete estadios de distancia por mar en dirección a la isla, pasó el
puente, y dirigiéndose hacia las partes norteñas, los congregó en una casa muy
cómoda y silenciosa preparada junto a la playa. Los invitó a que ejecutaran la
traducción proveyéndolos de todo lo que necesitaban. 302 Ellos la realizaron
haciendo que cada punto coincidiera entre sí mediante confrontación. Así se
produjo, del resultado de este acuerdo, la copia adecuada de Demetrio.
303 La sesión duraba hasta la hora nona. A
continuación se disolvían para atender a los cuidados del cuerpo, provistos en
abundancia de todo lo que les podía apetecer. 304 Además, cada día Doroteo
preparaba también para ellos todos los manjares que destinaba para el rey, pues
así lo había ordenado éste. Todos los días, al amanecer, se presentaban en la
corte y, tras saludar al rey, volvían a su lugar.
305 Después de lavarse las manos en el mar y hacer
las preces a Dios, según es costumbre de todos los judíos, se ponían a leer e
interpretar cada pasaje. 306 También me informé de por qué se lavaban las manos
antes de rezar. Y explicaron que era como testimonio de que no hacían nada
malo, puesto que toda acción se ejecuta con las manos; todo lo hacían con un
espíritu bello y piadoso, signo de justicia y de verdad. Como he indicado ya,
en estas condiciones se reunían cada día en lugar muy placentero por su
tranquilidad y luminosidad. Y resultó que terminaron la obra de la traducción
en setenta y dos días, como si tal empresa fuese realizada según un propósito
fijado de antemano.
308 En cuanto la terminaron, Demetrio congregó a la
población de los judíos en el lugar en que se había llevado a cabo la
traducción y se la leyó a todos en presencia de los traductores. Estos tuvieron
también una excelente acogida de la población por haber contribuido a un beneficio
tan grande. 309 La misma acogida tributaron a Demetrio, invitándole a que
entregara a sus jefes una copia de toda la ley. 310 En cuanto se leyeron los
rollos, se pusieron en pie los sacerdotes, los ancianos de la delegación de
traductores, los representantes de la comunidad y los jefes de la población, y
dijeron: «Puesto que la traducción es correcta, de una precisión y piedad
extraordinarias, justo es que permanezca tal como está y que no se produzca
ninguna desviación». 311 Todos asintieron a estas palabras y ordenaron
pronunciar una maldición, como es costumbre entre ellos, en el caso de que
alguien se atreviera a revisarla añadiendo, modificando o quitando algo al
conjunto del texto. E hicieron bien, para que se mantenga siempre igual e
imperecedera.
312 Cuando transmitieron estos detalles al rey, éste
se alegró mucho. A su parecer, se había alcanzado con buen pie la meta
propuesta. Le leyeron el texto completo, y admiró en extremo la mente del
legislador. Luego dijo a Demetrio: «¿Cómo es posible que a ninguno de los historiadores
o poetas se les ocurriera mencionar obras de tanta categoría?». 313 Y aquél
contestó: «Por ser muy respetable la ley y proceder de Dios; y es que alguno de
los que pusieron manos a la obra desistieron de su intento al ser escarmentados
por Dios». 314 Dijo que había oído a Teo- pompo que, cuando estaba a punto de
insertar en su historia algún pasaje no muy exacto de los ya traducidos de la
ley, perdió la cabeza durante más de treinta días; en un momento de alivio
pidió a Dios que le manifestara cuál era la causa de su desgracia. 315 Y se le
indicó mediante un sueño que se equivocaba al querer echar las cosas divinas a
los profanos. Se abstuvo de ello y de esta manera recobró el juicio. 316 Y yo,
personalmente, he sabido del poeta trágico Teodectes que, cuando iba a
introducir en una obra suya alguno de los textos del Libro, se quedó ciego. Y
al sospechar que era ésta la causa de su desgracia, se puso a implorar a Dios
y, al cabo de varios días, recobró la vista.
X.
Regreso de los traductores
317 Como queda dicho, el rey tuvo noticia de estos
pormenores por Demetrio. Hizo una profunda inclinación y mandó que tuvieran
sumo cuidado con los libros y que los conservaran escrupulosamente. 318 Exhortó
a los traductores a que volvieran con frecuencia a visitarlo una vez que
regresaran a Judea. Es justo, dijo, dejarlos partir. Pero si le visitaban, los
tendría por amigos, como es lógico, y encontrarían la mayor liberalidad de su
parte. 319 Ordenó que prepararan lo necesario para el regreso y se portó
espléndidamente con ellos, pues a cada uno le entregó tres vestidos de los
mejores, dos talentos de oro, una copa de un talento y un juego completo de
divanes para un comedor de tres.
320 Junto con la expedición despachó también para
Eleazar diez camas con pies de plata y todos los accesorios, una mesilla de
treinta talentos, diez vestidos, uno de púrpura, una magnífica corona, cien
piezas, de tela de lino fino, fuentes, bandejas y dos vasos de oro para las
ofrendas. 321 Y le escribió exhortándole a que, si alguno de ellos prefería retornar
junto a él, que no se lo impidieran, porque estimaba muchísimo estar en
compañía de personas cultivadas; y que deseaba invertir su riqueza con
generosidad en hombres como éstos y no en trivialidades.
Epilogo
322 Ahí tienes la narración, Filócrates, como te
prometí. Creo que disfrutas con esto más que con los libros de los novelistas,
puesto que tiendes a conseguir lo que puede ser útil a tu espíritu y en eso
pasas la mayor parte del tiempo. Procuraré escribirte también los restantes
hechos que valgan la pena para que, repasándolos, obtengas la mejor recompensa
a tus deseos.
Traducción de Natalio Fernández Marcos para Apócrifos del Antiguo Testamento Vol II.
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